Estoy leyendo uno de los libros más divertidos con que me he topado en mucho tiempo. Me refiero a Memorias de un comunista, del recientemente fallecido René Avilés Fabila. En este ameno texto, el escritor nos narra con desenfado y sentido del humor las vicisitudes que vivió a su paso por el Partido Comunista Mexicano, en los años sesenta y setenta del siglo pasado.
Así, lo mismo nos cuenta cómo un grupo de comunistas decidió irse a la guerrilla y se perdió en el bosque, para ser rescatado por unos boy scouts, que nos divierte al referir la ocasión en que el escritor Gerardo de la Torre, el actor Claudio Obregón y el propio Avilés Fabila, siendo muy jóvenes, fueron enviados por el Comité Central del PCM a “concientizar” obreros en la zona fabril de Naucalpan y cómo los tres tuvieron que salir por piernas, cuando los desconfiados trabajadores los vieron con aversión. Escribe René: “Nuestras ropas no eran precisamente las de unos pobres esclavos del capitalismo: íbamos domingueros, como para departir en Plaza Satélite, además, yo llevaba un suéter medio rosa y Claudio el pelo teñido porque estaba representando en teatro el papel de Maximiliano... Pronto una voz anónima, en lugar de acusarnos de comunistas, dijo con acento de indignación: ¡Son protestantes! Mientras que otra más agitada explicó convencida: No, ¡son putos!”.
En seguida sobrevino la graciosa huida con “los obreros que deseábamos salvar, corriendo atrás de nosotros”.
Cuando criticamos a ese engendro medio bastardón que es lo que hoy se autodenomina como izquierda, de pronto olvidamos la tragicomedia que ha representado nuestra gauche a lo largo de su historia (y para documentarse, les recomiendo también El libro negro de la izquierda mexicana, de mi querido amigo y compañero de páginas Julio Patán).
Dos ilustrativas lecturas para este fin de año. Feliz Navidad.
(Mi columna "Cámara húngara" de hoy en Milenio Diario)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario