En 2016 la política mundial pareció retomar la vieja ley del péndulo que esta vez se dirige hacia la derecha, tendencia que al parecer se verá reforzada en el 2017 que inicia mañana domingo. Las pruebas son claras: en los Estados Unidos, el presidente será un ultraderechista como Donald Trump. En Europa, las cosas pintan del mismo color, luego del Brexit británico y el triunfo del Partido Popular en España. Para el año próximo, los especialistas auguran victorias de la Unión Demócrata Cristiana en Alemania y de los partidos conservadores en Francia e Italia.
Parece ilógico que cuando en muchas partes del mundo se vive una gran inseguridad económica, con desempleo y desigualdad crecientes, los votantes se inclinen hacia el lado derecho del espectro político y no hacia el de quienes en forma supuesta defienden a las mayorías empobrecidas, es decir, los partidos de izquierda.
Una explicación podría encontrarse en las proclamas populistas que han adoptado precisamente los políticos más reaccionarios del mundo y Trump es el mejor ejemplo de ello: la gran masa trabajadora estadounidense votó por él y no por Hillary Clinton, debido a sus promesas de retornar a los idealizados viejos tiempos del proteccionismo, cuando la globalización no existía ni como concepto.
¿Cómo se reflejará todo esto en México, sobre todo en vista de las elecciones presidenciales del 2018? ¿Será que la derecha, es decir el PAN, llevará todas las de ganar o más bien la tendencia favorecerá a un populista reaccionario que ofrece regresar a los años idílicos del nacionalismo revolucionario?
En estos momentos, esto último parecería ser lo más viable. Aunque Morena y su líder absoluto tratan de pasar como izquierdistas, objetivamente sus propuestas tienden a un rancio reaccionarismo dictatorial, muy alejado de cualquier idea democrática.
El péndulo se dirige (¿indefectiblemente?) hacia la derecha. Que Dios nos coja confesados.
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)
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