lunes, 13 de agosto de 2007
La petite P à le Petit Resto
P tuvo una mala experiencia con la contadora de la editorial y me llamó poco antes de las tres de la tarde, para ver si podía venir a mi casa en ese momento, en lugar de hacerlo hasta la noche, como habíamos quedado por la mañana. Cambiamos así su cena de cumpleaños por una comida. A dos días de haber cumplido los veintitrés, fuimos al Petit Resto y esta vez nuestro intento tuvo éxito: estaba abierto y había mesas libres (la tercera fue la vencida). Comida francesa. Aunque la encargada es un poco cargada (demasiado insistente al recomendarnos algunos platillos, casi como si nos ordenara pedirlos), sólo la padecimos unos momentos y luego pudimos comer muy a gusto. Fue un rato la mar de placentero. P se veía lindísima y, como siempre, estuvo muy simpática. Evitamos el tema de la contadora y me platicó cómo pasó el fin de semana en la casa de sus padres, en la ciudad cercana al DF donde viven, y cómo la festejaron. Pedimos sopa de cebolla y cada quien un distinto plato fuerte. Robalo con mariscos para ella, pollo con rodajas dulces de manzana para mí. Al final compartimos un postre delicioso: una tarta de manzana bañada con brandy y helado de vainilla a un lado. Regresamos a mi depto y nos tomamos un café. Hablamos de muchas, muchas cosas. Por la mañana yo le había mandado una carta que le escribí por su cumpleaños y me dijo que le encantó y que la había conmovido. De verdad la pasamos muy bien juntos. Estaba un poco cansada, tenía que irse y la acompañé a la estación del metrobús. Nos despedimos con ese cariño que se ha hecho mutuamente creciente. Ay, si tan sólo ella estuviera libre. La petite P.
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2 comentarios:
Ese último suspiro fue especial amigo. Ya vendrá tu oportunidad pero por el momento qué bueno que disfrutas de una amistad como ésa...superar las barreras del entendimiento humano es algo que día con día nos hace ser mejores personas...SALUDOS
No es libre? wow, eso sí que es delicioso, jeje
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