Salí de mi casa, rumbo a Pachuca, a las doce y media del
mediodía. Metro hasta Indios Verdes y ahí en un autobús de Futura hasta Pachuca (me tocó como
compañera de asiento una extraña pasajera de minifalda y botas que iba
aparentemente dormida y me daba codacitos en el brazo, je). Arribé a la central
de la capital hidalguense a las dos de la tarde y Juan Carlos Hidalgo tardó como media hora en llegar
por mí. Me senté en una hilera de asientos y frente a mí había una chavita
bonita que se me quedaba viendo, hasta que le sonreí, se puso roja, sonrió ya
sin mirarme y fingió clavarse en la lectura de un libro. Fue divertido. Llegó
Juan Carlos y en taxi me llevó al hotel Emily, frente a la plaza del famoso
reloj de Pachuca, donde me dejó. Me instalé, comí ahí mismo y a las cinco pasó
por mí un chofer del Consejo para la Cultura y las Artes del Estado de Hidalgo.
Con nosotros iba la escritora Alma Velasco, a quien hace muchos años yo
escuchaba en Radio Educación. Platicamos un poco, en lo que la camioneta nos conducía
al Centro Cultural del Ferrocarril (ver foto), sede de la Feria del Libro Infantil y
Juvenil Hidalgo 2012 (ahí toqué con Los Pechos Privilegiados hace seis años, en
el marco de la misma feria, edición 2006). Llegamos como a las cinco y media.
Me recibieron muy bien (todo mundo me decía “maestro”, je je). Se suponía que el
homenaje a Federico Arana empezaría a las seis y ya el auditorio estaba lleno,
pero había que esperar a que llegara la esposa del gobernador de Hidalgo para
inaugurar oficialmente la feria. Mmmmm. Saludé al buen Arana. Ya me lo había
encontrado antes en el hotel. Saludé también a Juan Carlos y a Vicente Jáuregui, quien andaba por ahí. Un funcionario del municipio, súper clavado en el rock
nacional de los sesenta y setenta, estuvo platicando conmigo un largo rato.
Saludé a mi querida amiga pachuqueña Tania Granados, tan bonita como siempre. Llegó por fin
la primera dama (muy joven). Federico fue prácticamente obligado a salir a
recibirla. La señora llegó con toda su comitiva. Pasaban de las seis de la
tarde. La ceremonia de inauguración fue tan formal y solemne (PRI style) que me
sentí en una escena de Las fuerza vivas de Luis Alcoriza o de Los días del amor
de Alberto Isaac. Todavía se llevaron a la señora a hacer un recorrido por
todos los estantes de la feria. Finalmente se fue (seguida por la comitiva que
la acompañó hasta la entrada, Federico incluido). Para entonces ya había
llegado Víctor Roura, pero aunque pasó frente a mí no me vio. ¿Me saludaría
bien después de quince años de no vernos, tomando en cuenta nuestras
diferencias personales de aquel entonces? A las siete por fin entramos al
repleto auditorio y tomamos nuestros lugares en la mesa que estaba en el
estrado. Federico Arana en medio, Roura a su izquierda (Víctor llegó y me
saludó muy amable) y yo a su derecha. Luego llegaron el titular del Consejo de
Cultura hidalguense y el secretario de Turismo de la propia entidad, se
sentaron a mi lado y dijeron sendos discursos oficiosos. Por fin empezó la mesa
redonda. Víctor Roura improvisó su intervención (muy amena), yo leí la mía
(gustó bastante, podrá leerse en mi blog Pretérito imperfecto) y finalmente
habló Arana (muy divertido, ver video aquí mismo). La gente se divirtió y todo
salió muy bien.
Al final, Roura se me acercó para felicitarme y me ofreció
–sorpresivamente para mí, debo decirlo– publicar algo en una colección de
libros que está haciendo El Financiero. Quedamos en platicarlo. En eso se
acercaron a saludarme Esther y Lizzy, otras dos amigas pachuqueñas de facebook
a quienes sólo conocía virtualmente. Se fueron a saludar a Arana y yo me
acerqué a la mesa de libros, donde adqueirí dos títulos del propio Federico que
no tenía: Ornitóteles el pájaro filósofo (de la colección “Duda Semanal” de
Editorial Posada, donde conocí hace más de treinta años al autor) y Los cien
más cachondos rocanroles de las lenguas españolas. Afuera volví a ver a Esther
y Lizzy y juntos nos metimos a ver el concierto de Naftalina en la carpa donde
nos presentamos Los Pechos hace un sexenio. Divertidísima la tocada, mientras
afuera caía un diluvio. Esther se fue a la mitad pero prometió regresar. Al
final, Tania se me acercó para despedirse y me dejó un CD con música de una
banda local que le encargaron pasarme. Salí con Lizzy con la idea de ir al
centro. Seguía la lluvia. Por fortuna, una de las organizadoras del evento me
vio y le pidió a un chofer que nos llevara. Nos dejó frente al hotel. A la
lluvia intensa se sumaba un viento terrible. Aun así fuimos rápido a una tienda
para comprar unas cosas. Estuvimos platicando muy a gusto durante hora y media
y ya cerca de las once nos alcanzó Esther, quien llevaba una veintena de
números de La Mosca. Se los firmé y dediqué todos, con mucho gusto. Platicamos mucho
los tres y ellas se fueron como a las dos de la mañana. Fue un estupendo día.
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