sábado, 24 de octubre de 2015

Ayotzinapa y el delirante surrealismo

Como yo lo veo, esto es cada vez más una cosa de locos, un juego delirante y surrealista en el cada uno de los participantes actúa al revés de cómo debiera actuar y en el que los papeles y las reglas se encuentran por completo pervertidos.
  Ya que tanto se dice que “fue el Estado”, en una especie de mantra pérfido y vacío de contenido, pienso que es hora de que el Estado mexicano o, para ser más exactos, el gobierno de este país, deje de comportarse como punching bag y salga a enfrentar tantas retorcidas imputaciones y tantas fabricadas percepciones.
  No comprendo la manera timorata y asustadiza como los principales responsables del poder Ejecutivo miran a una rabiosa opinión pública, minoritaria pero agresiva, que no para en mientes para lanzar toda clase de acusaciones y contradecir cualquier explicación del gobierno respecto a Ayotzinapa y otros casos. Me parece obvio que detrás de todo ello hay una estrategia tan astuta como implacable y tan furibunda como temeraria que tiene los ojos puestos en el 2018.
  Un Estado fuerte no es el que reprime sino el que encara, explica y actúa con firmeza. Eso es lo que ha faltado en estos tiempos y paradójicamente se ha acentuado con el regreso del PRI al poder, ese apocado PRI de hoy al que sus enemigos llaman represivo, como si invocaran los viejos tiempos en que los gobiernos priistas imponían el miedo y el silencio con toda su fuerza legal y extralegal.
  Hoy las redes sociales, la opinocracia “de izquierda”, los medios “progresistas”, las agrupaciones radicales y hasta organismos internacionales financiados por el propio régimen (como el famoso y de pronto hasta insolente GIEI) creen que tienen acorralado al gobierno. El problema es que éste también lo cree así y se comporta como la parte débil de la ecuación.
  Tal como lo apuntara el querido Román Revueltas hace un par de días en nuestro diario, no se entiende la pasividad estatal y la manera como el gobierno recibe golpes sin reaccionar. Un poco de firmeza de parte de éste –legal, civilizada y democrática, pero firmeza al fin y al cabo– le haría mucho bien al país.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

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