(Prólogo que escribí para el Especial No. 15 de La Mosca en la Pared, publicado en octubre de 2004)
miércoles, 28 de octubre de 2015
Bob Marley
Figura mítica si las hay, para muchos incluso una especie de mesías, Bob Marley es una personalidad alrededor de la cual se tejieron gran cantidad de leyendas, algunas de ellas francamente disparatadas. Su fama en muchas ocasiones trascendió lo musical para trasladarse a lo político, lo social y lo religioso. Como seguidor del credo restafari, profesó un culto contradictorio y hasta difícil de comprender hacia uno de los personajes más siniestros y delirantes de la historia contemporánea, el dictador etiope Haile Selassie I, autonombrado emperador y quien se decía descendiente del Rey Salomón y de la Reina de Sheba. Este fanatismo marcaría la existencia de Marley, quien por otro lado era un hombre de izquierda, progresista, enemigo del racismo y defensor de las causas populares del llamado Tercer Mundo. Con una vida tan azarosa que incluyó una infancia pobre, un atentado a balazos contra su vida y una trágica muerte debida al cáncer, lo más importante del creador de “Stir It Up” y “Redemption Song” es sin lugar a dudas su música, aunque los puristas extremos del reggae afirmen que las composiciones del jamaiquino traicionan la esencia del género y lo prostituyen en aras de la comercialidad. Contemporáneo del movimiento punk, lo influyó grandemente al difundir la música de su país en Europa, sobre todo en Gran Bretaña. Grupos como The Clash, Police, Madness o The Specials abrevaron de ritmos como el ska y el reggae para fusionarlos con el rock y crear nuevos sonidos. Sin embargo, es la obra en sí de Marley, insisto, lo que le da su indiscutible trascendencia. Como compositor, escribió canciones que hoy día son clásicos y como intérprete, revolucionó la escena musical del mundo occidental con su sentimiento y su fuerza. A final de cuentas, eso es siempre lo que queda de un artista: su obra. Y en el caso de Bob Marley, esa obra resulta inconmensurable.
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