Mi decepción del comunismo -o del eufemísticamente llamado socialismo realmente existente- que desde el fin de la Segunda Guerra Mundial dominaba Europa del Este comenzó a darse a principios de los años ochenta, cuando el gobierno polaco fue tomado, en un virtual golpe de estado, por un militar impresentable: Wojciech Jaruzelski. La causa del golpe fue la manera como el sindicato obrero Solidaridad, liderado por un inteligente y carismático electricista llamado Lech Walesa, había puesto en jaque al burocrático sistema de corte soviético que desgobernaba a Polonia. Jaruzelski quiso reprimir a aquel movimiento y utilizó métodos que nada le pedían a los gobiernos militares de la Sudamérica de los años setenta y aquello me brincó de una manera brutal. ¿Cómo era posible que un Estado Obrero (así, con mayúsculas, como se ostentaba) reprimiera a un sindicato de trabajadores? ¿Cómo era posible que esa represión fuera además apoyada por la Unión Soviética, China y Cuba, países a los que hasta entonces yo tanto había admirado por su supuesta lucha contra el capitalismo y contra lo que tantos llamábamos el imperialismo yanqui? Pues así era: el bloque soviético quiso hundir en sangre y cárcel a Walesa y a los suyos y, con ello, todas mis creencias y mis religiosas certezas sobre el socialismo comenzaron a derrumbarse con estrépito. Fue un proceso largo pero definitivo el que tuve, pero la historia comenzó a mostrarme que no me equivocaba con mis cuestionamientos: apenas unos años más tarde, en 1989, caían el muro de Berlín, el gobierno de Polonia y prácticamente el mal llamado socialismo de los países europeos dominados por el imperialismo soviético, cuya malhadada existencia me había yo negado a admitir.
Acabo de ver la película Walesa, la esperanza de un pueblo (2013) de Andrsej Wajda, el extraordinario realizador polaco, director de grandes filmes como Paisaje después de la batalla (1970) o Danton (1983), entre muchas otras. Se trata de una biografía parcial de Lech Walesa, desde que apoyó la huelga de 1970 en los astilleros de Gdansk, huelga que fue reprimida y causó numerosas muertes, hasta su victoria final que lo llevo a ser presidente de su país a principios de los noventa. La cinta se basa en la entrevista que el líder dio a la singular periodista italiana Oriana Fallaci y va registrando diversos momentos de la vida política, sindical y familiar de este hombre. Mención especial merece la actriz que interpreta a su esposa Danuta en un papel fascinante. Una gran película, de un gran director, acerca de un gran personaje.
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