Desde la inicial “A Hard Day’s Night” se nota que la evolución musical del conjunto no sólo iba en progreso sino que lo hacía de manera cada vez más avanzada. Cierto que la temática de las letras seguía siendo en su mayor parte de tipo amoroso y juvenil, pero ya había en las palabras algo de ironía agridulce e incluso de agresividad. Así, al lado de piezas relativamente bobaliconas aunque muy bellas, como “I’m Happy Just to Dance with You” o “I Should Have Known Better”, coexistían composiciones de más filo y rabia como “Can’t Buy Me Love”, “I’ll Cry Instead” y “You Can’t Do That”, uno de los temas más injustamente subvalorados de los Beatles y en el que John Lennon no sólo tocó su primer solo de guitarra, sino que cantó con una hondura y un desgarramiento sólo comparables a los de un Wilson Pickett o un Otis Redding.
Mucho del sonido del cuarteto en este disco se debe a la guitarra de doce cuerdas que usó George Harrison en varios de los cortes y que influiría de manera determinante en grupos como los Byrds y otros de la costa oeste norteamericana. Canciones también memorables de A Hard Day’s Night son “Any Time at All”, las preciosas baladas “If I Fell” (de Lennon) y “And I Love Her” (de McCartney), la melancólica “I’ll Be Back Again” con la que se cierra el disco y otra muy poco apreciada joya: “Things We Said Today”.
Es este un trabajo casi perfecto, la obra que marcó el pináculo de los primeros años de los Beatles.
(Reseña que escribí originalmente en el Especial No. 8 de La Mosca en la Pared, en febrero de 2004)
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