Aunque no hice a un lado al rock, sí abrí un gran espacio para escuchar música latinoamericana en general y música cubana en particular. Claro: música militante que apoyara al régimen de Castro y vilipendiara a quienes los izquierdosos denominábamos como “gusanos” (es decir, los opositores al gobierno de La Habana).
Me volví seguidor, claro está, de la nueva trova cubana, en especial de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel Nicola. Pero también de las canciones de Carlos Puebla y los poemas de Nicolás Guillén.
Ahí estaban esas tonadas que nos sabíamos de memoria como “Playa Girón” y “Canción del elegido” de Silvio, “Canción por la unidad latinoamericana” de Pablo, “Comienza el día” de Noel o “Y en eso llegó Fidel” y “Hasta siempre, comandante” de Carlos Puebla (aunque esta última era para el Che Guevara).
En México florecían las peñas folclóricas, en las que se cantaban esas canciones, y había festivales, en el entonces viejo, feo y frío Auditorio Nacional, donde se presentaban Óscar Chávez y Los Folcloristas o grupos y solistas sudamericanos como Quilapayún, Mercedes Sosa o Los Chalchaleros. Todos admirábamos a Fidel y le rendíamos pleitesía (yo mismo compuse una canción de título “Oda al pueblo cubano” que interpretaba con mi grupo de folk Octubre).
Hoy son otros tiempos y la realidad nos develó desde hace mucho la naturaleza dictatorial de Fidel Castro. Algunos nos volvimos críticos de su régimen, aunque otros jamás dejaron de idolatrarlo, como ha quedado claro a raíz de su reciente desaparición física. Allá cada quién y su conciencia.
(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orifico" de la sección ¡hey! de Milenio)
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