Hace tan sólo tres martes, reseñaba aquí mismo el último disco de Leonard Cohen (You Want It Darker), aparecido a finales del mes pasado, y comentaba la declaración del canadiense a The New Yorker acerca de que se encontraba preparado para morir. Apenas unas semanas después, Cohen ha muerto.
La noticia es muy triste, como lo es la de cualquier deceso, pero creo que deberíamos ver el lado luminoso de los hechos. Al contrario de otros músicos célebres que vieron truncadas sus carreras –algunos tan jóvenes como Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Kurt Cobain y el famoso Club de los 27 años o cuando apenas entraban a la madurez, como el propio John Lennon, asesinado a los 40 años de edad–, Cohen pudo alcanzar los 82 septiembres y culminar una obra plena de más de casi cuatro décadas (su primer disco, Songs of Leonard Cohen, data de 1967), algo envidiable para cualquier artista verdadero.
¿Que si realmente estaba preparado para morir? De algún modo lo estaba o cuando menos tenía plena conciencia de la cercanía de la muerte. La prueba está en sus tres últimos discos (al You Want It Darker de este año, añadamos el Old Ideas de 2012 y el Popular Problems de 2014), en los cuales varias de las letras tratan sobre la vejez, la enfermedad, la decadencia humana y, sí, la muerte. En ellos están canciones espléndidas y profundas como “Show Me the Place”, “Darkness”, “Leaving the Table”, “Steer Your Way” o “Traveling Light”.
Leonard Cohen falleció enfermo y físicamente debilitado, mas al igual que David Bowie, otro de los grandes músicos que se fueron este año, demostró que al menos artística y musicalmente estaba preparado para morir. Su generoso testamento –como el de Bowie, con su disco Blackstar– es para todos los que lo sobrevivimos.
PD: Justo al terminar de escribir esta columna, me entero con pesar de la muerte del gran Leon Russell. Hablaré de él en la siguiente entrega.
(Publicado el día de ayer en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)
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