El álbum que fundó al brit pop. El primer disco de Oasis es para muchos especialistas y seguidores del grupo su obra cumbre, la más importante, aquella que sintetiza no sólo lo que sería el estilo del grupo a lo largo de los años, sino también buena parte de lo que había sido hasta ese momento (y de hecho lo que sigue siendo, poco más de dos década después) el rock británico, especialmente el que nació en Inglaterra.
Como si hicieran un recorrido desde los días de la primera Ola Inglesa hasta los del reinado de estilo madchesteriano de finales de los ochenta, las canciones escritas por Noel Gallagher conforman un mosaico no sólo interesante sino muy propositivo, un colorido mural sonoro en el cual encontramos sonidos que nos remiten lo mismo a los Beatles y a los Small Faces que a los Happy Mondays y los Stone Roses. Once son los temas contenidos en Definitely Maybe (1994), once composiciones en las cuales el grupo recupera uno de los aspectos más importantes del rock como género: el uso de la guitarra como instrumento básico y primordial.
Cuando apareció este álbum, el Reino Unido aún era dominado por la fusión de pop y dance que caracterizaba a los grupos de Manchester. Tuvo que ser precisamente una banda de esa ciudad del norte inglés la que rompiera esquemas y propusiera uno de esos clásicos regresos en espiral que han caracterizado a la historia del rock a lo largo de cinco decenios. Oasis irrumpió con un estilo que sonaba a algo ya escuchado, pero con un sello nuevo y característico. Las canciones de Noel Gallagher no eran novedosas desde un punto de vista armónico, como tampoco lo eran por el lado melódico. No obstante, había en ellas la frescura de lo recuperado, de un pasado dorado que se rescataba y era puesto al día, sobre todo después de tantos años de glam, de new wave y de música disco, de tantos artificios que habían alejado al rock de sus características más orgánicas. El quinteto, en cambio, hacía un rock básico, concreto, ruidoso, provocador, pero diferente a lo que en esos mismos días sucedía en los Estados Unidos, concretamente en la ciudad de Seattle, y que se empezaba a conocer como grunge. No, la música de Oasis era otra cosa. Era le resurrección de lo que treinta años atrás habían propuesto los Kinks, los Who, incluso los Rolling Stones, pero sobre todo el cuarteto insignia de Liverpool: los Beatles.
Gallagher y sus cuatro compañeros no negaban la cruz de su parroquia; al revés: la asumían y presumían de ella de la mejor manera: haciendo estupendas canciones. Todo esto no quiere decir que Oasis sonara a mil cosas y careciera de un estilo propio. Todo lo contrario. Al escuchar al grupo en Definitely Maybe, uno de inmediato podía identificarlo. Era tal vez la voz gangosa de su vocalista, Liam Gallagher. Eran quizá los acordes del ataque de sus dos guitarras o las perfectas estructuras de cada una de las piezas. El caso es que existía un toque especial que caracterizó a la agrupación desde este su primer opus en todas y cada una de las once piezas, pero sobre todo en maravillas como la entusiasta “Rock ‘n’ Roll Star”, la conmovedora e impactante “Live Forever”, la celebratoria y festiva “Supersonic” y la intensa, melancólica y prodigiosamente épica “Slide Away” (con esa línea apasionada que clama: “Don’t know, don’t care / All I know is you can take me there!”. Uno de los grandes álbumes debut de la historia del rock.
(Reseña que escribí originalmente para el Especial No. 27 de La Mosca en la Pared, publicado en enero de 2006)
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