jueves, 18 de mayo de 2017

Superunknown

 Para Chris Cornell, In Memoriam.

Como alguien dijo por ahí, el verano de 1994 no fue uno de los más cálidos para el rock. Por el contrario, la muerte del líder de Nirvana, Kurt Cobain, acaecida en la ciudad de Seattle en abril de ese mismo año, ensombreció el panorama de esta música, en especial de la corriente que conocemos como grunge, y vino a recordarnos que lo que se creía un movimiento lleno de fuerza y vitalidad también escondía en su seno la simiente del dolor y la tragedia. Fue en medio de ese contexto que uno de los grupos más representativos de la capital del noroccidental estado de Washington, el cuarteto Soundgarden, puso en circulación su cuarto trabajo discográfico, el fenomenal Superunknown.
  Superunknown es por mucho la obra más fina de este grupo, una mezcla sabia y emotivamente lograda que combina el rock duro característico de la banda, ese que puede escucharse a la perfección en sus tres álbumes anteriores -Ultramega OK (1988), Louder Than Love (1990) y el impresionante Badmotorfinger (1991)-, con elementos tomados del rock clásico y la psicodelia sesentera (el muy conocido tema “Black Hole Sun” es el ejemplo más palpable en este sentido). A lo largo de aproximadamente una hora y diez minutos, Soundgarden nos conduce por senderos y paisajes musicales impensados hasta poco antes en una agrupación que parecía más bien destinada a transitar del grunge al heavy metal.

Deja que me ahogue
Con la voz de Chris Cornell como eje de todas las canciones (en su mayoría espléndidas), Superunknown es un disco lleno de colores musicales y de variedad melódica, armónica y rítmica. La monotonía no existe en sus dieciséis cortes, a pesar de que tampoco pierde la esencia del clásico estilo de Soundgarden. Esto resulta evidente desde el track inicial, el poderoso “Let Me Drown” que arranca con la fuerza de un vendaval, gracias al filoso y provocativo riff de la guitarra de Kim Thayil y que no deja de recordar a Rage Against the Machine (¿premonición de lo que sería Audioslave cerca de una década después?). La batería de Matt Cameron es igualmente impresionante. En seguida, “My Wave” disminuye el vértigo mas no la intensidad. Con un beat acompasado de tres cuartos, el tema tiene una lejana, casi imperceptible, pero real influencia de los primeros Kinks y al final hay ciertos ecos vagos de The Who. “Fell On Black Days” es una composición bastante más tranquila y melodiosa y -ésta sí- totalmente premonitoria de Audioslave. Una pieza en verdad exquisita. En cuanto a la extraordinaria “Mailman”, con un riff inicial muy a la Black Sabbath (o a la Alice in Chains, si se quiere), se trata de un corte por demás oscuro y denso, con Thayil y Cornell a su máxima intensidad introspectiva. “Superunknown” en cambio, el tema que da título al disco, revienta de pesadez cuasi metalera (aunque la instrumentación también remite a algunas canciones posteriores de Pearl Jam, tal vez por la presencia de Cameron en los tambores y los platillos), con un solo de guitarra de franco furor. El mood cambia en forma dramática con “Head Down”, un corte un tanto ominoso en su lento caminar por el lodo de un arreglo inusual con reminiscencias guitarreras del Mississippi.

Bajo el sol del agujero negro
La primera mitad del álbum se cierra con los dos temas literalmente centrales del Superunknown. En primer lugar, ese clásico que es hoy día “Black Hole Sun” (¿quién no recuerda el alucinante video que transmitía MTV, cuando aún era una emisora con algunas intenciones roqueras y no la máquina de estupideces que es en la actualidad?). Este sol del hoyo negro es una composición completamente sicodélica que pudo ser tranquilamente grabada por Spirit en 1968, un corte tan maleable que existen algunos covers verdaderamente insólitos del mismo, sobre todo el de Steve Lawrence y Eydie Gorme (dueto mixto compañero de aventuras de Frank Sinatra en Las Vegas), contenido en el álbum Lounge-A-Palooza y el muy reciente (y muy similar al de Steve & Eydie) que viene en el flamante Rock Swings de nada menos que Paul Anka (sí, aún sigue con vida). Una letra hermética, interpretada por un irónico Chris Cornell, más una guitarra con efectos tan inquietantes como una pesadilla de Tim Burton musicalizada por Danny Elfman.
  Por su parte, “Spoonman” tiene todos los elementos para convertirse en un éxito sempiterno (no en vano fue el primer sencillo del disco). Con una letra referida a un personaje callejero de Seattle (Artis “The Spoonman”), quien producía complicados sonidos con diversas cucharas y a quien podemos escuchar a la mitad de la pieza, musicalmente se trata de un corte impecable, un rock duro de ritmo perfectamente contagioso. Otro clásico de Soundgarden (curiosamente, una versión acústica de “Spoonman”, cantada por el propio Chris Cornell, aparece en la cinta Singles de Cameron Crowe y de ahí fue rescatada por el grupo para revestirla de electricidad y convertirla en una canción memorable.

Mareado y confundido
Lo que podríamos llamar el lado B de Superunknown comienza con la densa, oscura y pesadísima “Limo Wreck” (¿cómo no pensar en “Dazed and Confused” de Led Zeppelin?) y prosigue con la hermosa y emotiva “The Day I Tried to Live” (una pequeña maravilla). “Kickstand” es otro tema que sin duda influyó al Pearl Jam posterior a Ten. He aquí un corte tan breve como contundente, un minuto y medio de descarado y jocoso sarcasmo heavymetalero. Por lo que toca a “Fresh Tendrils”, se trata posiblemente del track más discreto del plato, lo cual no significa, bajo circunstancia alguna, que sea un tema débil, como nada tiene de débil sino todo lo contrario el lento pero contundente “4th of July”. “Half” parecería ser un corte tan extravagante como fuera del contexto del disco, pero esta composición del bajista Ben Shepherd termina por asimilarse a la perfección y luego de algunas escuchas ya no resulta tan extraño.
  Superunknown culmina con otra gran canción, la inconmensurable “Like Suicide”, muy ad hoc con las circunstancias que rodeaban al rock en aquel momento, sobre todo luego de la muerte por presunto suicidio del ya mencionado Kurt Cobain. Una verdadera joya.

(Reseña que publiqué originalmente en la sección "La nueva música clásica" de la revista La Mosca en la Pared No. 99, publicada en 2005)

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