El disco que marcó el nacimiento del mal llamado rock latino, es decir, la fusión entre el rock, el blues y la música de raíces caribeñas y africanas.
Santana es un álbum crudo, áspero, tribal, pero al mismo tiempo provocativo, propositivo y sensual. Se trata de una obra que originó un nuevo sonido. Hasta ese momento y a pesar de algunos intentos por mezclar al rock con los ritmos afrocubanos (ya existía el grupo Malo, por ejemplo), nadie había logrado algo como lo que consiguió Carlos Santana, gracias a su guitarra de estilo absolutamente singular, con raíces musicales que mucho le debían al blues y a la forma de tocar las notas sostenidas, como los viejos blueseros del Mississippi. Temas como “Jingo” o “Soul Sacrifice” dejaban escuchar pasajes guitarrísticos hasta ese entonces inéditos.
Santana es de algún modo como la continuación en disco de lo que la agrupación logró durante su memorable actuación en Woodstock. Ahí está, en el estudio, todo ese salvajismo cuasi selvático que enloqueció a cientos de miles de asistentes al legendario festival. Habría que recordar a la alineación original de la banda que acompañaba a Carlos Santana (misma que repetiría en los dos álbumes posteriores), con el estupendo Gregg Rolie en el órgano Hammond y la voz, Dave Brown en el bajo, el demencial Mike Shrieve en la batería y dos percusionistas de excepción: Jose “Chepito” Áreas y Mike Carabello.
Otros temas destacados del plato son “Waiting”, la cachondísima versión a “Evil Ways” y la protobluesera “You Just Don’t Care”. Un gran disco debut.
(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca en la Pared No. 42, dedicado a Carlos Santana y publicado en septiembre de 2007).
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