Ese era su ideal, ese era su sueño. Lo fue desde muchos años antes, décadas enteras, desde que se unió al partido todopoderoso para aproximarse al poder y saber qué se sentía estar cerca del mismo. Adoctrinado bajo la aplastante influencia de aquel partido único y omnipotente, al que una oposición ridícula no le hacía la menor sombra, su única visión de lo que debía ser un primer mandatario es la que había conocido desde su infancia: un jefe supremo al que nadie se atrevía a contradecir, un mandamás absoluto que decidía lo que era bueno y lo que era malo para el país y para sus millones de habitantes.
Así creció y su idea del poder jamás cambió. Por el contrario, se acrecentó. Por eso desde muy joven tuvo una sola ambición que no tardó en convertirse en obsesión: un día el sería ese hombre grande del poder, ese mandamás, ese jefe supremo. Nada, ni siquiera una hoja de árbol, se movería sin su autorización. Él lo determinaría todo. Desde las grandes decisiones de Estado, hasta la moralidad que debería imperar entre la sociedad, desde las actividades macro económicas, hasta lo que cada miembro del pueblo pensara. Mandaría al diablo a toda institución que le estorbara. Barrería con los opositores. Los compraría, los corrompería, los encarcelaría o los eliminaría del mapa. Sólo se rodearía de una camarilla de su entera confianza, preferentemente formada por sus familiares más cercanos, sus hijos tal vez.
Porfió durante años. Terca, neciamente. Las cosas no siempre le fueron fáciles. Debió luchar contra viento y marea. Traicionó, mintió, mercó voluntades, acabó con sus enemigos. Pero fue acercándose poco a poco al Poder, a ese ansiado Poder con mayúscula que tanto ansiaba, porque sólo él y nadie más sabía lo que el país necesitaba. Arrogante, manipulador, agresivo, pero también amoroso, sonriente, dicharachero, se ganó a millones de personas que sucumbían ante su dudoso pero efectivo carisma. Y así estaba, con grandes posibilidades de ganar las elecciones y de ser el Jefe Máximo de la nación.
Así estaba Vladimir Putin hasta hace poco más de una semana, en vísperas de ganar las elecciones en Rusia.
(Mi columna "Cámara húngara" de hoy en Milenio Diario)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario