Con nuestra habitual estrechez de miras y nuestro necio cortoplacismo, los seres humanos tenemos propensión a pensar que las cosas que conocemos serán siempre iguales y que difícilmente cambiarán. Es como un mecanismo de autodefensa que nos otorga una relativa seguridad, a pesar de que la realidad histórica se empeñe en mostrarnos que las cosas no son así, que vivimos en constante transformación y que, para parafrasear a la canción de R.E.M., hay un final para el mundo tal como lo conocemos.
Aún afectado quizá por toda la cuestión del fin del planeta que se manejó, histérica y supersticiosamente, a lo largo del año pasado y luego de ver, hace un par de días, esa estupenda e impactante película dirigida por Lars von Trier que es Melancolía (2011), me puse a meditar en términos –diría el maestro Luis González y González– de microhistoria y a considerar si el Distrito Federal seguirá siendo un enclave del PRD por los siglos de los siglos.
Sé que apenas llevamos poco más de quince años de gobiernos perredistas en la capital de la república y que en términos históricos eso es nada. Sin embargo, sé también que, por ejemplo, el porcentaje de votos con el cual ganó Miguel Ángel Mancera la jefatura de gobierno del DF fue aplastante y que la oposición (PRI y PAN, básicamente) es escandalosamente minoritaria.
¿Quiere eso decir que priistas y panistas están condenados a su calidad de meros comparsas políticos en territorio defeño? No necesariamente. De hecho, hay ciertos signos y señales que muestran que el flamante gobierno federal tiene, como una de sus principales metas, recuperar al DF para el PRI.
¿Suena a cuento de horror? Tal vez sí, tal vez no. Mancera deberá redoblar esfuerzos para que esto no suceda y tendrá que hacer un gobierno que mejore todo lo hecho por Marcelo Ebrard. Ya empezó un poco con el pie izquierdo, por el caso de los detenidos el 1 de diciembre pasado, aunque él no haya sido directamente responsable de las arbitrarias detenciones.
Pero, ¿cómo es que el PRI intentará recobrar el DF? Eso será materia de un segundo artículo.
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)
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