viernes, 4 de enero de 2013

Melancolía

Después de ver la magnífica pero tremendamente deprimente Dancing in the Dark (2000), quedé como curado en salud respecto al cine del realizador danés Lars von Trier y no volví a ver una cinta suya, por lo que Dogville (2003) o Anticristo (2009), por ejemplo, me pasaron de noche.
  Sin embargo, anoche pude ver Melancolía, su película de 2011, y quedé impactado. Es durísima, como todo su cine, aunque de manera más contenida e introspectiva. Luego de una introducción con imágenes que no entendemos todavía, acompañadas por la impresionante música del Preludio de Tristan e Isolda de Richard Wagner, el filme se divide en dos partes perfectamente diferenciadas, aunque con los mismos personajes, interpretados por los mismos actores. La primera parte, Justine, narra la elegante y desastrosa boda de la mujer que lleva ese nombre, interpretada de manera notable por Kirsten Dunst. La ceremonia se lleva a cabo en un fastuoso hotel, ubicado en un alejado paraje boscoso -no queda claro en qué país se encuentran, aunque podemos deducir que al norte de los Estados Unidos (si bien la cinta fue filmada en Suecia). Ahí, desde el principio todo sale mal. Los novios (Justine y Michael) llegan tarde, el brindis resulta patético (debido a las rencillas entre los padres de Justine, interpretados por los grandiosos Charlotte Rampling y John Hurt), la ceremonia es incierta y durante la boda hay una enorme cantidad de encuentros y desencuentros debido a la mala semilla sembrada en la familia de la protagonista, quien padece de depresión (o melancolía) y se ausenta varias veces del salón principal para encerrarse en una habitación o meterse a la tina con instintos casi suicidas o de plano tirarse a uno de los invitados en el campo de golf aledaño a la casona. Al final, se pelea con su jefe (ella es una brillante "creativa" en una agencia publicitaria) y culmina con su flamante esposo, quien se da cuenta de que aquello no funcionaría ni por asomo. La hermana de Justine, Claire (Charlotte Gainsbourg), y el esposo de ésta, John (Kiefer Sutherland, en un papel que nada tiene que ver con el del Jack Bauer de 24), propietarios del hotel y organizadores de la boda, hacen el coraje de su vida frente a semejante catástrofe.

 

  La segunda parte de Melancolía, llamada Claire, es más catastrófica aún, en la más fuerte y literal acepción de la palabra. Sucede tiempo después de la fallida boda, cuando Justine llega a la mansión, en medio de una terrible depresión, para que la cuide su hermana Claire, a pesar de la oposición de John. Sólo ellos y el pequeño Leo (hijo de la pareja y sobrino de Justine), más un mayordomo y algunos caballos, viven en el frío y alejado lugar. Luego de algunas escenas que muestran el lamentable estado de salud de la recién llegada, la historia se centra en la aparición del planeta Melancolía, un azulado cuerpo celeste mayor que la Tierra que se encontraba detrás del sol y que, según algunos científicos, pasará muy cerca de nuestro planeta sin tocarlo. Pero Claire presiente que no será así y que la colisión se producirá. Su marido trata de tranquilizarla con argumentos científicos, mientras la figura del planeta en el cielo es como una segunda luna, pero de color azul, que cada día se hace más grande. En cierto momento, parece que no habrá choque de cuerpos celestes, pero es una vana ilusión: el fin del mundo es inminente.
  John se suicida a escondidas de su familia. Claire descubre el cadáver en el establo y comprende que todo está perdido. Libera a los caballos y piensa en huir con su pequeño hijo de diez años hacia el pueblo más cercano. Pero Justine la convence de que es inútil, pues no hay escapatoria posible. Entonces, para no angustiar al chiquillo, construyen con ramas un refugio "mágico", donde -le dicen a Leo- estarán completamente a salvo.
  La escena final es terriblemente impactante, inolvidable. No la describiré: hay que verla.
  Si algo me gustó de Melancolía, además de su inteligencia, su sensibilidad, sus actuaciones, su ritmo pausado (casi bergmaniano), su fotografía, la impecable realización, fue que no se parece en absoluto a las clásicas películas de desastres o de fin del mundo, con sus efectos especiales, su destrucción de ciudades, sus héroes espaciales, sus noticiarios histéricos, sus historias melodramáticas, etcétera. Aquí todo es sobrio, elegante, espléndido, a pesar del desastre planetario con que concluye.
  Una enorme película.

PD: Ahora tendré que ver Dogville y Anticristo.

1 comentario:

Rodrigo Díaz López dijo...

Espero que la película supere la escalofriante y fina descripción que has hecho. Excelente!