A lo largo de un año, el tema de Ayotzinapa ha sido tan manoseado, tan manipulado, tan distorsionado que ya llegó a su punto más bajo: el de la cursilería.
Poemitas, canciones, performances, “instalaciones”, pinturas naïves, coreografías, en fin, un muestrario de lo más meloso y edulcorado, de lo más sentimentalmente chantajista, y todo a partir de una serie de falacias creadas y aprovechadas por líderes venales y políticos vivales. Desde la fabricación de mantras que no se sostienen en la realidad, como “Fue el Estado” o “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”, el problema se ha ido estirando y seguramente lo seguirá haciendo cuando menos hasta las elecciones de 2018, pues se trata de un botín invaluable (Ayotzinapa mon amour) en manos de personajes que sacan raja de la tragedia de los 43 normalistas asesinados por un cártel del crimen organizado, en connivencia con un presidente municipal perredista, su mujer y una policía municipal corrompida hasta el tuétano.
Hasta antes del crimen, la normal rural de Ayotzinapa gozaba de muy mala fama y hoy se le quiere hacer pasar por una escuela ejemplar. Un centro educativo en el que, cual Club de Tobi, no se aceptan mujeres, donde se ejercen novatadas porriles contra los alumnos de primer ingreso y se instruye a los educandos no tanto para convertirse en docentes sino en “activistas”.
En la lista de los estudiantes desaparecidos está el nombre de Bernardo Flores Alcaraz, mejor conocido como “El Cochiloco”, a quien en los videos de la central de autobuses se le ve con el torso desnudo y dando órdenes a los alumnos que, como él, en unas horas serán sacrificados. Su actitud es agresiva y decidida. Se dice que él fue quien dio la orden de desviarse a Iguala para ir a secuestrar camiones. ¿Alguien ha investigado la labor que Flores Alcaraz desempeñaba dentro de la normal? ¿Por qué era el líder del contingente y el que mandaba? ¿Quién lo designó? Eso para no hablar del director de la normal, José Luis Hernández Rivera, a quien extrañamente nadie ha molestado ni con el pétalo de una sospecha.
Son dudas, son preguntas. Valdría la pena conocer las respuestas.
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)
2 comentarios:
Nadie merece morir por tener desnudo el torso y tener actitud desenfadada, mucho menos ser asesinado. Saludos.
En ningún momento dije o insinué semejante barbaridad.
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