Diez años tardó David Bowie en volver a dar señales de vida. Una década entera tuvo que pasar para que este genio inglés de la música contemporánea se decidiera a volver a grabar un disco. Sin embargo, la espera valió la pena y The Next Day, el álbum aparecido hace tan sólo algunas semanas, no decepciona en absoluto.
¿Corresponde su calidad a toda la expectación creada por Bowie tras tanto tiempo de ausencia? Veamos.
Si queremos encontrar en The Next Day un trabajo a la altura de obras maestras bowieanas como The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars de 1972 o Scary Monsters de 1980, nos llevaremos una tremenda decepción. Porque no se trata de un disco genial o a la altura de esas dos maravillas. Sin embargo, sí podríamos emparentarlo con otros trabajos extraordinarios de la discografía de Bowie, como Aladdin Sane (1973) o Heroes (1977). Incluso, aunque está muy emparentado con la que hasta ahora se había considerado como la trilogía final del músico, es decir, la constituida por Hours… (1999), Heathen (2002) y Reality (2003), me parece que The Next Day es superior a estos tres álbumes.
Algunos críticos lo emparentan con otra trilogía, la de Berlín, compuesta por el ya mencionado Heroes, así como por Low (1977) y Lodger (1979). Puede ser que tenga puntos de contacto con ellos, pero en lo personal no lo relacionaría tanto.
The Next Day no es un opus estrictamente dramático. Se trata de una obra fuerte, no demasiado densa, con momentos tristes y melancólicos, pero sin caer jamás en lo depresivo –ni siquiera en la famosa “Where Are We Now?”. Al escucharlo con atención, yo diría que hay más de luminoso (hasta donde puede ser luminoso Bowie) que de sombrío en el transcurso del álbum y que el rock seco y contundente tiene una muy agradecible presencia en varias de las canciones.
El disco inicia con el tema que le da nombre, un rock impetuoso, de ritmos marcados, que mete al escucha de lleno en el plato. Igualmente bueno es “Dirty Boys”, con referencias al blues de Nueva Orleans y a la música de Tom Waits, aunque aquí la voz nos hace pensar más en Nick Cave (notable paradoja: Bowie cantando como Cave).
La contrastante sofisticación arriba con “The Stars (Are Out Tonight)”, otro corte rápido pero más melodioso y, sí, dramático. Las cuerdas ayudan a crear un ambiente inquietante, al igual que lo hacen los teclados en “Love Is Lost”, ansiosa composición, con un claro obstinato que incrementa la intensidad del tema y rompe para dar lugar a la aplastante tristeza de “Where Are We Now?”, una canción de nostálgica belleza.
“Valentine’s Day” es una balada deliciosa y tranquila, en la que la voz de Bowie se siente muy cómoda y cálida. “If You Can See Me”, en cambio, ofrece una especie de urgente angst. Es como un ataque de zozobra, de desasosiego. Una pieza casi tartamudeante, cacofónica, un drum’n’bass apasionante. Mientras tanto, “I’d Rather Be High” es una gozosa incursión en la psicodelia, una canción placentera y divertida con mensaje antibélico, como un guiño sesentero a la mitad del disco.
“Boss of Me”, con su letra cuasi misógina y al mismo tiempo resignada, abre paso al irresistible dance noise de “Dancing Out in Space”.
Otra pieza contra la guerra es “How Does the Grass Grow”, con su sutil referencia en el coro a “Apache” de los Shadows. Por su parte, “(You Will) Set the World on Fire”, con su riff inicial à la Kinks, es otra canción llena de contundencia.
Para quienes a estas alturas extrañaban una composición claramente dramática y con ecos ziggystardustianos, coros incluidos, está el penúltimo corte de The Next Day, el expansivo y protosinfónico “You Feel So Lonely You Could Die”, con sus aires de góspel y soul.
Quizá la parte más siniestra y desolada del disco venga en el tema final, “Heat”, en el cual Bowie lanza frases sueltas y en apariencia inconexas de un modo que obliga a pensar en Scott Walker, no sólo por la manera de vocalizar, sino por el acompañamiento instrumental, lleno de asonancias orquestales dentro de un minimalismo nervioso y oscuro. Un final sorprendente para una obra que se había mostrado más o menos clara.
Diez años después, David Bowie regresa en plena forma, con un trabajo estupendo, de muy alto valor artístico. A sus sesenta y seis años, el británico mantiene su capacidad creativa y no decepciona en absoluto.
Enhorabuena por su majestuoso retorno.
(Publicado este mes en el número 425 de la revista Nexos).
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