Depeche Mode es una de esas agrupaciones que a lo largo de su historia han ido construyendo, voluntaria o involuntariamente, una leyenda que se alimenta lo mismo de verdades falsas que de mentiras reales. Desde su formación a principios de los años ochenta, cuando su líder indiscutible era Vince Clarke y tocaba un pop bailable y más bien superficial, el grupo mostró que poseía algo diferente y que no era una más de las bandas que en aquellas épocas pululaban y desaparecían a la menor provocación. Esto se hizo aún más evidente con la salida de Clarke -quien se fue a conformar a Yazoo y más tarde a Erasure- y la toma de control por parte de Martin Gore, un pequeño genio musical que en poco tiempo transformó el estilo de la banda y le dio mayor profundidad, mayor sentido artístico y mayor oscuridad. A partir de ahí se fue edificando el mito. Junto con el polémico cantante David Gahan (de gran atractivo físico y escénico, pero metido en una espiral de adicciones que muchas veces estuvo a punto no sólo de dejarlo fuera del grupo sino fuera de este mundo), el peculiar Andy Fletcher (quien en realidad no sabía tocar bien instrumento alguno y aunque aparecía como músico era el encargado de las cuestiones contables y administrativas) y el virtuoso Alan Wilder (el único con verdadera preparación musical académica, un arreglista extraordinario a quien Depeche Mode debe mucho de su sonido tan característico), Gore se hizo cargo de la dirección del cuarteto y sus composiciones se convirtieron en favoritas de millones de personas alrededor del planeta. Temas hoy clásicos como “People Are People”, “A Question of Time”, “Stripped”, “Never Let Me Down Again”, “Strangelove”, “Personal Jesus”, “Enjoy The Silence”, “Policy of Truth”, “I Feel You”, “Barrel of a Gun”, “Sister of Night” o “Dream On”, entre muchos otros, forman parte de la memoria colectiva de varias generaciones y todos surgieron de la cabeza y el alma de ese personaje introvertido de alba cabellera y tímido aspecto. Tal vez sería injusto decir que Depeche Mode es Martin L. Gore; pero sin éste, la leyenda jamás habría tenido lugar.
(Prólogo que escribí para el No. 21 de los Especiales de la Mosca, aparecido en mayo de 2005).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario