Debido a mi edad y a los años de experiencia que acumulo en eso que llamamos el periodismo de rock, seguido me encuentro con que los jóvenes que hacen sus pininos en esta actividad me consideran un sujeto de la “vieja escuela”.
¿Qué significa esto? Aún no lo tengo suficientemente claro, pero más o menos quiere decir que para esos jóvenes practico un periodismo musical añejo y demodé y que me aferro a oxidados modelos que hoy resultan francamente anticuados. ¿Será?
Pertenezco a algo así como la tercera generación de periodistas y editores de rock. La primera generación estaba constituida por sujetos híper convencionales, nacidos en los años treinta, que cuando surgió el rock n’ roll pensaron que se trataba de un “ritmo” pasajero, de una modita que no tardaría en desaparecer del panorama. No era gente joven, sino adultos de traje y corbata que despreciaban a esa música y no la entendían en absoluto. En México, escribían para diarios como Excelsior o El Universal y para revistas como Siempre! o, en el mejor de los casos, Notitas Musicales. Tipos como Alberto Domingo, Vicente Vila, Federico de León (el inventor de aquella mentira sobre Elvis Presley, acerca de que preferiría besar a tres negras antes que a una mexicana) o incluso Víctor Blanco Labra, quienes jamás comprendieron la trascendencia del nuevo género.
La segunda generación de periodistas (y escritores) de rock es la nacida en los años cuarenta, con personalidades de los tamaños de José Agustín, Parménides García Saldaña, Luis González Reimann, Jesús Luis Benítez y algunos otros. Su característica principal es que eran contemporáneos de los grandes músicos de los años sesenta y entendían de qué se trataba el asunto. Sus análisis, artículos, crónicas y reseñas –divertidos, antisolemnes, desenfados, pero siempre inteligentes y bien documentados– se publicaban en medios especializados como Pop o la mítica Piedra Rodante (editada por Manuel Aceves) o en libros como La nueva música clásica y En la ruta de la onda. Fue quizá la era de oro del periodismo de rock en México.
Quienes nacimos en la década de los cincuenta constituimos pues una tercera generación variopinta y desigual que empezó a publicar en los años ochenta y se afianzó en los noventa. De aquí yo distinguiría principalmente a gente como Salvador Mendiola, Víctor Roura, Óscar Sarquiz, Sergio Monsalvo, Jorge R. Soto, José Xavier Návar, Juan Villoro, Xavier Quirarte y el Capitán Pijama. Los conozco a todos –como conozco a Agustín y conocí a Parménides de la anterior hornada–, he trabajado con casi todos y puedo dar fe de su profesionalismo, cultura musical, dedicación y pasión por la música. Revistas como El Perro Salado, Melodía (Diez años después), Sonido y La Mosca en la Pared fueron algunas de las tribunas de todos ellos. Otros medios importantes pero con un tipo de periodismo más rupestre, como Conecte o Banda Roquera, representan un estilo distinto que en lo personal no comparto.
No sé si hasta aquí llega la old school del periodismo de rock en México. No sé si quienes aún seguimos escribiendo y publicando (la mayoría) hacemos un trabajo anquilosado o lleno de telarañas. Bueno, en realidad sí lo sé y no es así. De hecho, pienso que ahí siguen estando las bases para las nuevas generaciones (aunque los nacidos en los sesenta y los setenta ya no son tan nuevos) y que a quienes hoy empiezan a hacer esta clase de periodismo les haría bien acudir a la vieja escuela, al menos como necesaria referencia.
¿Existe una nueva escuela de periodismo musical en nuestro país? Yo no la veo. Lo que sí veo es un afán por la novedad a ultranza, un miedo a ser critico y un querer quedar bien con todos (desde músicos y managers hasta disqueras y empresas organizadores de conciertos). Revistas como Marvin se salvan (por eso me gusta colaborar en ella y lo agradezco), pero siento que aún le falta adoptar una actitud menos complaciente y menos (como se dice ahora) hype.
Cuestión de enfoques de un probable integrante de la old school.
(Mi columna "Bajo presupuesto" de este mes en la revista Marvín).
1 comentario:
La verdad como comunicólogo me nutro más de la gente ortodoxa del periodismo que de redactores que creen que empatizar con la juventud es escribir como habla un fresa. Ejemplo: la revista "TU"
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