Fue hace justo veinte años, el 11 de febrero de 1994, cuando una nueva revista de grande e inusual formato fue presentada en sociedad, en un antro conocido (of all names) como El Antro, ubicado en Huipulco, Tlalpan, en las proximidades del Estadio Azteca. A la fiesta acudieron unas quinientas personas que a la entrada recibieron su mosca-paquete, consistente en un ejemplar del No. 1 de La Mosca (que así se llamaba la flamante publicación, con Saúl Hernández de los Caifanes en la portada primigenia), una gorra con el logo moscoso... y un Gansito Marinela (en las invitaciones habíamos puesto "va a haber Gansitos", así que...).
Seis fueron los grupos que tocaron esa noche, de los cuales recuerdo a uno que llegó de improviso, desde Tijuana, y de cuyo nombre ya no puedo acordarme (los pusimos de abridores); luego siguieron Mystika (creo que así lo escribían), La Oveja Negra (el cuarteto que en ese tiempo lideraba Fernando Rivera Calderón), Los Pechos Privilegiados (en su debut urbi et orbi, con Armando Vega-Gil en el bajo, Mauricio Mayén en la guitarra principal, Demetrio García en la batería -tanto el Demex como el Mao provenían del legendario Trolebús que aún se presentaba en esa época-, Liliana Guevara y Karina en los coros y yo en la guitarra de acompañamiento y voz principal), otra agrupación que se ha borrado de mi memoria y Guillotina como "banda estelar" (cuando ya casi no había gente, lo cual los hizo enojar con mucha razón, sobre todo porque ellos habían puesto la batería, una Pearl realmente preciosa).
Mi hijo Alain, quien tenía apenas once años de edad, tocó -muy bien- la batería con nosotros en mi canción "Todo eso".
La fiesta fue divertida, agotadora y con ciertos momentos tensos (Fernando estuvo a punto de agarrarse a golpes con gente de Guillotina por alguna discusión sobre los instrumentos o algo así).
En fin, la cosa es que hoy, 11 de febrero de 2014, convoqué al propio Fernando y a Karem Martínez, mis dos compañeros fundadores de lo que fue en su momento La Mosca en la Pared (él como suddirector y ella como asistente, aunque debió ser jefa de redacción o de información), para desayunar juntos, los tres solos, a manera de celebración por las dos décadas de la revista. Fuimos al restaurante Moheli de Coyoacán y la pasamos más que bien (ver foto). Fer llegó con su perrito, el Perucho y se fue con él, mientras Karem y yo seguimos un rato por aquellos rumbos y nos tomamos un café en otro lugar cercano.
Me dio un enorme gusto ver a esos dos a quienes tanto amo y que son mucho más que mis amigos: mis hermanos moscosos (aparte de que Karem sigue tan guapa como cuando la conocí, a sus entonces diecinueve años).
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