jueves, 6 de febrero de 2014
Mitchell y Marling: dos fases de la luna
Cuarto menguante: Joni Mitchell cumplió setenta años en noviembre pasado. Se retiró voluntariamente de la música en 2007, luego de grabar su hermoso álbum Shine. Dueña de un estilo exquisito para componer, cantar y ejecutar instrumentos (guitarra y piano), la canadiense cumplió con una larga carrera que se remonta a principios de la década de los sesenta, cuando era una tímida jovencita de diecinueve otoños que debutaba en un oscuro café de Saskatoon, un poblado perdido de la provincia de Alberta. Fue su inicio como intérprete de folk. En 1965, decidió mudarse a Toronto y convertirse en cantante profesional. Empezó a escribir canciones y a desarrollar su peculiarísimo estilo, lleno de extraños acordes y heterodoxas afinaciones. Sus letras eran inteligentes y poéticas y sus composiciones poco o nada tenían que ver con lo que cantaban colegas contemporáneas suyas, como Joan Báez o Judy Collins. Estaba más cercana, quizás, a Buffy Sainte-Marie o a Laura Nyro.
En 1968 apareció su primer disco (Song to a Seagull) y de ahí partió una carrera de casi cuarenta años que incluyó trabajos tan buenos como Ladies of the Canyon (1970), Blue (1971), Court and Spark (1974), Mingus (1979), Dog Eat Dog (1985), Night Ride Home (1991), Both Sides Now (2000) y Travelogue (2005). Mitchell nunca fue una cantante de mayorías, su música resultaba demasiado intrincada y sofisticada para ello. Su voz era capaz de alcanzar diferentes registros y podía ir de potentes agudos a profundos graves, ello a pesar de que desde muy joven se convirtió en empedernida fumadora y fue tal vez esta una de las razones por las que su garganta dejó al fin de responderle debidamente, lo que la forzó a poner fin a su brillante trayectoria musical.
Pero nunca se sabe. Quizás este mismo año o dentro de dos o tres, Joni Mitchell decida regresar a los estudios y brindarnos una nueva obra. Si no, con el legado que ha dejado es más que suficiente para disfrutar de una obra artística singular y conocer a fondo a una de las cantautoras fundamentales de la música del siglo pasado y parte de éste. Si hoy está ya en el cuarto menguante de su vida, siempre será recordada como una esplendorosa luna plena.
Cuarto creciente: Coincidencias felices del destino. Justo el mismo año en que Joni Mitchell publicaba su último disco, el mencionado Shine de 2007, una jovencita inglesa de escasos diecisiete febreros daba a conocer por medio de MySpace algunas composiciones suyas, en las que se hacía evidente la marca de la canadiense. Sin más armas que su guitarra acústica y su voz, esta casi niña llamada Laura Marling se convirtió en una sensación y empezó a ser comparada con intérpretes femeninas del momento como Lily Allen, Regina Spektor, Feist y Martha Wainwright. Sin embargo, quien pusiera oído atento a su música descubriría que la verdadera influencia, como cantante y compositora, de esta nacida en 1990 era sobre todo Joni Mitchell (aunque no sólo ella: en el estilo de tocar la guitarra de Marling encontramos, ya desde entonces, las huellas, nada menos, del David Gilmour de Echoes, de Pink Floyd, y del Jimmy Page de Led Zeppelin III).
Marling, sin embargo, había iniciado su carrera un año antes, cuando la entonces sweet little sixteenager formó parte del naciente grupo londinense Noah and the Whale, con el que grabó su álbum debut Peaceful, the World Lays Me Down en 2008 y aunque abandonó al conjunto algunos meses más tarde, tuvo una influencia indirecta en el siguiente disco del mismo, The First Days of Spring (2009), ya que había sido novia de su líder, Charlie Fink, y las canciones de ese plato hablan de su doloroso rompimiento sentimental con Laura.
El primer larga duración como solista de la cantautora, Alas I Cannot Swim, salió en 2008 y es, paradójicamente (sobre todo porque fue producido por el propio Fink), un canto a su liberación amorosa y a su independencia profesional. Por cierto que contiene una canción llamada “Shine”, en otra particular coincidencia con la Mitchell. Más tarde vendrían platos tan espléndidos como I Speak Because I Can (2010), A Creature I Don’t Know (2011) y el maravilloso y fundamental Once I Was an Eagle de 2013.
A sus veiticuatro años recién cumplidos y afincada en la ciudad de Los Ángeles, Laura Marling tiene un gran futuro por delante. Se encuentra en pleno cuarto creciente y pocas dudas caben de que en poco tiempo llegará a convertirse, como Joni Mitchell, en una resplandeciente luna llena.
(Publicado este mes en la revista Nexos No. 434)
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