La siento con una actitud demasiado sobrada, jactanciosa, incluso altanera. La percibo altiva, soberbia, desdeñosa. Es la suya una posición despectiva, desafiante y, a decir verdad, bastante presuntuosa y hasta pedante.
Se vio hace pocos días, cuando desdeñó con pose de María Félix la carta que le mandó Cuauhtémoc Cárdenas para invitarla a sumarse a la marcha en contra de la reforma energética de ayer viernes y a tratar de reunificar a la izquierda. “Nosotros ya hicimos nuestra protesta en su momento, no nos interesa”, fue -palabras más, palabras menos- su respuesta al bien intencionado ingeniero.
Pero ya había dado muestras de este mismo excedido envanecimiento, cuando su líder moral (que es decir su dueño y propietario), Andrés Manuel López Obrador, afirmó hace una semana que su organización será la principal fuerza política del país. No la principal fuerza de la izquierda, no, sino LA PRINCIPAL FUERZA POLÍTICA DEL PAÍS (así, con mayúsculas), es decir, por encima incluso del PRI y el PAN (las carcajadas quedan a cargo del estimado lector).
Para confirmar su jactanciosa fatuidad, la morenísima entidad se fue a su odiado IFE (¿no que al diablo las instituciones, pues en qué quedamos?) para solicitar su registro como partido político y sus huestes, encabezadas por el bullanguero Martí Batres, convirtieron a un salón del agonizante instituto (que en breve cambiará, absurdamente, de nombre y de sustancia) en ruidoso mitin triunfalista y grandilocuente (“¡lograr esta hazaña política, esta epopeya (sic), fue posible por el liderazgo de López Obrador!”, exclamó un eufórico Batres) cuando, como les dijo la consejera María Marván, aún falta ver si cumple con los requisitos para lograr su registro.
Cantar tantas victorias anticipadas no es lo más aconsejable, pero esta Morena es orgullosa y anda endiosada consigo misma. Morena arrogante, Morena despreciativa, Morena que se jacta de su autosuficiencia y su pureza a prueba de tentaciones y corrupciones.
Alabanza en boca propia es vituperio, dicen por ahí. No vaya a ser que a tan sabrosa morenaza le salga el tiro, ¡ay!, por la culata (y no es albur).
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).
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