No se trata de una biografía en el estricto sentido de la palabra. Tampoco de un diario que vaya avanzando de manera cronológica y ordenada. Paracaídas y vueltas (Planeta, 2015) de Andrés Calamaro es una colección de breves textos, algunos reales, otros alucinados, en los que el músico argentino da rienda suelta a una imaginación desatada, llena de desenfado y buen humor.
Dueño de una estupenda prosa, el autor de canciones como “Flaca” y “Crímenes perfectos” y de discos como El salmón y Alta suciedad se divierte y nos divierte con diversos pasajes de su vida (diarios íntimos, los llama) que, en la mejor tradición cortazariana en Rayuela, pueden leerse de corrido o al azar. Uno puede abrir el libro en cualquier página y toparse con algún escrito que lo mismo habla de un supuesto encuentro con Picasso en el cuarto de un hotel, donde ambos fuman marihuana y ven la televisión, o del cantante de tango Roberto Goyeneche o de Maradona o de Tom Waits o de Truman Capote o de Jimmy Page y Led Zeppelin.
Culto, pero sin tomarse en serio a sí mismo, Calamaro nos hace disfrutar con sus revelaciones sin vergüenza y sus confidencias deliciosamente impúdicas. También con sus homenajes a la gente que admira, como en esa pequeña semblanza personal sobre Jimi Hendrix, o los países que ama (en el caso del nuestro, con una visión que de pronto resulta un tanto turística y cercana al lugar común de los visitantes de la plaza Garibaldi): “Dulce, cultural, enigmático y sanguinario. Colorido, aromático, histórico. El México de Pancho Villa, de Frida y Diego, de Buñuel y El Pana. De Alex Lora y Vicente Fernández. Del Chapo y el Mayo. Un mundo aparte. El de las revoluciones. El de los rituales y las ceremonias. El de los fantasmas en los caminos polvorientos de Rulfo”. Pero bueno, podemos perdonárselo, como le podemos perdonar el haber grabado un disco con Enrique Bunbury.
Muy argentino y a la vez muy universal, el estilo escritural de Calamaro se disfruta de cualquier manera y hace de la lectura de Paracaídas y vueltas algo en verdad placentero.
(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)
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