Tener menos de un año de edad, padecer severos problemas visuales y haber nacido en territorio alemán en vísperas de la derrota nazi por parte de los aliados no debe haber sido cosa fácil. Peor aún si ante el avance arrollador de las tropas soviéticas, tu madre te toma en brazos y escapa hacia Occidente, para correr múltiples peligros y encontrar al fin refugio en la zona de Berlín ocupada por el ejército británico. Sólo entonces llegará cierta calma, una calma que durará trece largos años.
Así fue la infancia de Joachim Fritz Krauledat, a quien la posteridad conocería como John Kay y como el gran líder de una agrupación legendaria del rock sesentero: Steppenwolf. Este joven alemán empezó a empaparse de las canciones que escuchaban los soldados en la radio del ejército del Reino Unido y en 1958, cuando emigró a Canadá, ya tenía un gran bagaje musical que se incrementó en Ontario, donde en 1965 formó el grupo The Sparrows.
Kay padecía de acromatopsia, una enfermedad de los ojos que le impedía distinguir los colores y lo obligaba a utilizar anteojos oscuros. Aún así, se convirtió en cantante y frontman de su banda, la cual no tuvo gran éxito local, lo que en 1967 la obligó a trasladarse a Los Ángeles, California, justo cuando el rock llegaba a un alto punto de ebullición. Los Sparrows cambiaron su nombre a Steppenwolf, en honor a la novela El lobo estepario de Herman Hess, y su poderoso sonido, basado en el blues pero con elementos de rock pesado, le otorgó una inmediata popularidad, en especial con su tema “Born to Be Wild”, el cual contiene en su letra –por primera vez en la historia del rock– el término heavy metal. (aunque quien primero lo empleó, para describir a un personaje, fue William Burroughs en su novela The Soft Machine de 1962).
Aparte de su denso y potente estilo, Steppenwolf adoptó una actitud de abierta crítica contra el gobierno estadounidense, las corporaciones, los traficantes de drogas, la religión, la guerra de Vietnam y el sistema capitalista. Esto queda claro en composiciones como “The Pusher”, “Don’t Step on the Grass, Sam”, “Draft Resister”, “Power Play”, la propia “Born to Be Wild” y ese imponente himno que es “Monster/Suicide/America”.
Aunque el grupo siguió grabando hasta 1990 y tocó hasta 2007, su gran obra se concentra en sus seis primeros discos, producidos en escasos tres años, especialmente Steppenwolf (1968), Monster (1969) y For Ladies Only (1971), además de su fantástico álbum doble Steppenwolf Live (1970).
La imponente presencia de John Kay lo convirtió en la cara de la agrupación que a lo largo de su historia vio pasar a muchos integrantes, mientras que él permanecía en su lugar, al frente de todo. Como solista o con la John Kay Band, grabó algunos álbumes de escasa trascendencia.
En la actualidad, a sus 71 años de edad, Kay sigue presentándose de manera esporádica, mientras que la leyenda de Steppenwolf continúa por ahí perdida, olvidada por la gran maquinaria de la música, pero entrañable para un puñado de melómanos que no olvidan el riff de “Born to Be Wild” que sigue corriendo tan vertiginoso y potente como una Harley Davidson.
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