El fenómeno de los grupos mexicanos de rock que cantan en inglés no es asunto nuevo. Ya lo hacía Javier Bátiz a principios de los sesenta, lo hicieron muchos grupos jipitecas de fines de esa misma década y principios de los setenta (Bandido, Peace and Love, El Ritual, El Amor, La Tinta Blanca, La Revolución de Emiliano Zapata) y lo hicieron otros durante los años posteriores (un ejemplo muy claro es el de Dangerous Rhythm, más tarde rebautizado como Ritmo Peligroso, o el de Kenny and the Electrics).
Las explicaciones que se daban en aquellos entonces para justificar tal tendencia eran principalmente tres: “el rock nació para ser cantado en inglés”, “la métrica del idioma español es incompatible con el rock” y “cantamos en inglés porque buscamos internacionalizarnos”. Los tres pretextos resultan hoy francamente insostenibles:
1. Si el rock hubiera nacido para ser cantado en la lengua de Shakespeare y Dickens, no existirían canciones de ese género en alemán, japonés, italiano, francés, islandés, finlandés, portugués, catalán y, por supuesto, en español. 2. Está más que probado que la métrica del español sí puede encajar con la rítmica y las estructuras del rock en cualquiera de sus variantes, desde el rock pop más sencillo hasta el death metal más agresivo. 3. Eso de la internacionalización ha sido un sueño guajiro que a lo largo de más de cincuenta años ha demostrado su inviabilidad y que increíblemente sigue siendo una razón usada por los grupos y/o solistas nacionales. De hecho, los músicos mexicanos de rock más conocidos en el mundo –incluido por supuesto el amplio segmento de la humanidad que no habla nuestra lengua- cantan en español.
Hoy día, el fenómeno se repite con grupos como Vaquero, Zoé o los Dynamite, entre varios más, con la agravante de que no sólo intentan cantar en inglés, sino que también su música trata de imitar a la de los grupos y movimientos comercialmente en boga, señaladamente lo que se conoce como indie (cualquier cosa que ello signifique) o en su defecto lo que queda de britpop.
Aparte de resultar una actitud francamente clasista, discriminatoria y mamoncísima, la vacua pretensión de componer y cantar en inglés (mal pronunciado además) es ridícula y vana, porque en el supuesto primer mundo siempre preferirán a los originales que a los imitadores. ¿No sería mejor que esos grupitos se preocuparan por aprender a hablar y escribir bien en español y trataran de hacer algo bueno en el idioma que para su desgracia les tocó en suerte. Aquí les tocó nacer, muchachos. Ni modo.
(Editorial "Ojo de Mosca" que escribí para el No. 109 de La Mosca en la Pared, en octubre de 2006)
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