Cuando a mediados de la década de los ochenta surgió el disco compacto, muchos pensaron que con ello se decretaba la muerte definitiva de los llamados en México viniles o acetatos (en Argentina, España y otros lares les dicen vinilos y muchos jóvenes mexicanos han adoptado esa denominación). Tanto se creyó que desaparecerían para siempre que un gran número de coleccionistas malbarató o de plano tiró a la basura sus elepés, en aras de irlos sustituyendo con el “revolucionario” disquito metálico. Los viniles de 33 y 45 revoluciones se abarataron de tal manera que perdieron casi todo su valor. Los pocos que decidimos conservar nuestras colecciones fuimos vistos como neuróticos aferrados a cosas inútiles y se nos contemplaba con condescendiente desprecio.
Quién iba a imaginar en ese entonces que treinta años después, cuando los “eternos” CD han corrido la misma suerte y se han depreciado de manera escandalosa y cuando las descargas de música por streaming son lo imperante, aquellos viejos y anticuados discos de vinil volverían no sólo a estar en auge, sino incluso a tener un crecimiento impresionante en sus ventas, con un porcentaje mayor aun que el del propio streaming.
A pesar de que plataformas como Spotify y YouTube, con cerca de 75 millones de usuarios en 32 países, permiten el acceso a miles y miles de discos de manera prácticamente gratuita y a que se ha creado la tendencia a comprar en línea canciones sueltas, en detrimento de los álbumes, durante los años más recientes el gusto por adquirir discos de vinil ha ido creciendo en forma exponencial. Tan sólo en España, por ejemplo, y según un reportaje del diario El País, de 15 mil acetatos que se vendieron en 2005 se pasó a 260 mil el año pasado, lo que representa un incremento del 1,633 por ciento.
Esta tendencia se repite a nivel mundial. Según datos de la Asociación Estadounidense de Productores (RIAA), la venta de viniles ya superó tan sólo en este año a la de música por streaming, con ventas que llegan a los 222 millones de dólares. Únicamente en Amazon, la oferta de este tipo de discos ha llegado a 1.3 millones de ejemplares.
Platico con Javier Carsi, propietario de la tienda de discos “Aquarius”, ubicada en la calle de Coahuila, en la defeña colonia Roma, y me cuenta que el aumento en el interés por los elepés ha sido notorio en esta década.
“Tengo clientes de todas las edades y sus preferencias varían, desde los álbumes clásicos de los años sesenta y setenta a lo más novedoso”, me cuenta. “Todo el material lo importo de Europa, porque en México aún no se producen muchos discos de estos”. Me dice que los precios varían, pero que en promedio cada álbum cuesta entre 300 y 400 pesos, “porque yo todo lo que vendo es nuevo, no tengo discos usados como en otras tiendas”.
Me llama la atención ver en los estantes algunos álbumes de grupos mexicanos de fines de los años sesenta, como los Dug Dugs o Bandido, y me sorprendo cuando Carsi me dice que también son importados y que se trata de grabaciones editadas por pequeñas disqueras europeas. “Las grandes compañías no se han interesado aún por la producción de acetatos, pero cuando se den cuenta de que ha vuelto a ser un buen negocio, quizá recapaciten y vuelven a fabricarlos”.
Esto es cierto. No en balde, en los Estados Unidos los sellos que están sacando álbumes de vinil no son EMI o Warner sino, por mencionar algunos casos, Ghostly Internacional, Sub Pop, Mexican Summer, Constellation, Cascine, None Records o Third Man Records, este último propiedad del músico Jack White, quien se ha especializado en el rescate, la remasterización y la producción en acetato de discos muy antiguos de blues y roots music, como algunas grabaciones clásicas de Charley Patton, Blind Willie McTell y The Mississippi Sheiks, además de que en su repertorio tiene placas de siete pulgadas (como aquellos entrañables disquitos EP de 45 rpm) de gente como Beck, Laura Marling, Insane Clown Posse, Seasick Steve y hasta del mismísimo Tom Jones, entre varios otros.
Hace algunas semanas, la familia de Frank Zappa firmó un convenio con el gigante discográfico Universal Music para reeditar en vinil varios clásicos del gran músico. Por lo pronto, se anunció la próxima aparición de joyas como One Size Fits All, Joe’s Garage y 200 Motels.
Dos jóvenes neocoleccionistas de viniles (de la generación que los llama vinilos) me hablan de sus experiencias. Pablo Pulido, coordinador editorial de la revista Marvin, me dice que en realidad empezó a buscarlos desde que tenía doce años, “cuando me hice de un ejemplar en vinil del Adore de los Smashing Pumpkins y comencé a coleccionarlos debido a que percibía distinto el escuchar la música en ese formato, de cierta forma sentía más intensa la experiencia”. Hoy día, adquiere los discos por medio de internet, ya sea en Amazon o directamente con las disqueras. Para escucharlos, “primero utilizaba una vieja consola de mi familia, después heredé una de mi hermano mayor, hasta que me hice de una profesional para una mejor calidad”. Entre sus más recientes adquisiciones se encuentran el Thank Your Lucky Stars de Beach House, el In the City de Chromatics y el Post de Björk.
Por su parte, Roberto González Clapés, ex editor de la misma revista, tiene tres años como consumidor de acetatos y se enamoró de ellos “cuando exploré la colección de mis papás y me encantó la sensación de tenerlos y saber que algunos de ellos tenían más de cuarenta años de existencia. Me imaginaba los momentos por los que habían pasado y la sensación de nostalgia. Así que arreglé la tornamesa Pioneer del año ochenta de mi papá y empecé mi colección comprando puros discos usados”.
Hoy día adquiere los elepés por medio de Amazon, “ya que si compras más de cierto monto el envío te sale gratis y eso es más barato que cualquier lugar que pueda haber en México, incluso que Amazon México. Siempre que viajo a los Estados Unidos me compro unos diez discos y aquí los adquiero de vez en cuando, pero sólo cuando veo ediciones difíciles de conseguir, algún disco a muy buen precio o cuando ando bajón y necesito levantar los ánimos”.
“Al principio compraba discos clásicos que pienso son indispensables. Una vez que conseguí una cantidad considerable de esos, empecé a comprar los nuevos más seguido. Hoy día, yo creo que compro un disco clásico por cada cuatro nuevos”, concluye. En fechas recientes se ha hecho de discos en acetato como el Allas Sak de Dungen, el Sun Coming Down de Ought y el Weird Little Birthday de Happyness.
Así que si usted aún sigue siendo dueño de una buena colección de viniles, no dude en desempolvarlos: su tesoro sentimental ahora vale oro puro.
1 comentario:
Mucho después me enteré de que la mercadotecnia forzó la salida de los discos long play a favor del CD, que por cierto, no son tan eternos como nos hicieron creer. Por lo pronto todos los discos madres y sus copias son fabricadas en el extranjero, tal vez luego adquieran las máquinas grabadoras. Larga vida al vinil.
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