miércoles, 4 de noviembre de 2015

Roqueros de medio tiempo

Ilustración: Ricardo Sandoval
Y a veces ni siquiera eso.
  Me refiero a los músicos mexicanos que hacen o dicen hacer rock y quienes en su enorme mayoría, dada la crisis sempiterna en que ha vivido dicha actividad en nuestro país a lo largo de más de medio siglo, no pueden dedicarse a su sola profesión y se ven obligados a buscar el sustento en otros ambientes muchas veces ajenos y hasta contrapuestos.
  Claro, hablo de la tropa de roquerines que como sea se entregan a lo suyo y luchan contracorriente por salir adelante, enfrentándose a un medio hostil que los explota, los desprecia, los ningunea y los maltrata. Vivir del rock en México es misión casi imposible. Sólo una pequeñísima élite logra sobresalir y ganar lo suficiente como para no tener que dedicarse a otros empleos alternos y, hay que decirlo, dentro de esa pequeñísima élite, hay quienes ganan millones y tienen (al menos en apariencia y si no dilapidan sus ingresos) asegurado su futuro. Pero la gran masa de músicos nacionales tiene que hacer milagros y malabarismos para conseguir su sustento cotidiano y poder pagar la renta, el teléfono y la luz (como diría Chava Flores).
  El medio del rock nacional es ingrato. En especial para los músicos que provienen de la clase media y la clase baja. Por eso vemos que la mayoría de los grupos y solistas que pueden vivir del medio pertenecen a la clase media alta o de plano a la clase alta. Son ellos –y así ha sido históricamente– los que cuentan con los recursos, por ejemplo, para comprar buenos instrumentos, pagar caros estudios de grabación y hasta presumir de que las mezclas de sus discos se hacen en los Estados Unidos o Europa; eso para no hablar de las relaciones públicas que los llevan con rapidez a las alturas y que se les facilitan por haber estado en determinado colegio particular, en determinada universidad privada o por ser hijos de personalidades de la política, el empresariado o eso que se conoce como “el medio artístico”. Jamás han sabido de penurias económicas ni lo sabrán. Claro, hay entre ellos quienes se dedican también a labores paralelas, pero éstas se encuentran relacionadas con la ingeniería de grabación, el diseño gráfico, las artes plásticas, la literatura, el cine, el teatro, la televisión, la fotografía, la publicidad, la moda e incluso la academia. Puras actividades nice, pues.
  En cambio, el sector prole de nuestro rockcito sí que se las ve negras para sobrevivir. Sé de músicos que viven casi en la indigencia y que para irla llevando chambean como editores, reporteros o redactores (los más afortunados), pero también como oficinistas, almacenistas, burócratas, cajeros, maestros en primarias oficiales, vendedores de seguros, taxistas, plomeros y un largo número de trabajos agotadores y poco presumibles. Los hay también que trabajan dentro de la música y tocan no sólo en sus grupos, sino en dos o tres más, normalmente de eso que llaman música versátil. El hueso, pues.
  Pero están también los roqueros desempleados que tocan una vez al mes para ganar 200 o 300 pesos por “tocada”.
  Si existiese un filtro de calidad y los mejores músicos fueran los que hoy están en la cumbre y viven de lo que hacen, estaría muy bien. El problema es que no es el talento lo que manda. Conozco, por ejemplo, a un guitarrista cuyas capacidades técnicas y artísticas dejan muy por debajo a varios de los que hoy se ostentan como los mejores de México y, sin embargo, lleva años en el ostracismo, viviendo al día y trabajando en mil cosas para subsistir. Pero claro, es de cuna humilde y eso parece ser una marca de por vida. Lo mismo puedo decir de un fantástico bajista, un extraordinario saxofonista, una maravillosa flautista y un par de voces femeninas excelsas.
  Así son las cosas y así han sido por años en este país, en donde resulta tan difícil vivir de la música… y de otras diez mil profesiones.

(Publicado este mes en mi columna "Bajo presupuesto" de la revista Marvin)

1 comentario:

Reptante dijo...

Por desgracia la calidad acá sí está peleada con la cantidad. Y parece que lo cuantitativo de los fans descerebrados, lo cuantitativo del cuánto tienes para ver a quién compras y cómo le haces para asegurar tu lugar en el main de la chaqueta mental, está por lo general peleado con la calidad, novedad y desarrollo de ideas en los diversos campos de la arquitectura musical.