La mejor manera de ver y disfrutar esta película, dirigida por el gran Jim Jarmusch en 2013, es no tanto desde su lado "romántico" sino desde su sutil, finísimo y agudo sentido del humor. Dice la crítica estadounidense Susan Wloszczyna que el cine de Jarmusch más que de acción es de interacción, de interacciones entre sus personajes y en ello juegan un papel fundamental los diálogos, algo que en Only Lovers Left Alive destaca de manera tan inteligente como divertida.
La historia de esta pareja centenaria de vampiros (Eve y Adam -ya los nombres nos dicen algo-, interpretados respectivamente por los enormes Tilda Swinton y Tom Hiddlestone) y sus avatares para reunirse (ella vive en Tanger, él en Detroit, donde tiene una casona que funge como enorme estudio de grabación y de colección centenaria de instrumentos musicales y discos) y para alimentarse (han renunciado a morder gente y se abastecen de sangre en hospitales y/o bancos del espeso líquido escarlata) resultan tiernos, emotivos, simpáticos.
Aunque hay tintes de tragedia en la cinta, ese humor al que me referí al principio salva hasta los momentos más fuertes y terroríficos.
Apuntes magníficos, como cuando Adam lleva a Eve a dar un paseo nocturno en su carro por las desoladas calles de Detroit ("Mira, en esa casa nació Jack White"), una ciudad casi fantasma (como lo es hoy día, en realidad, en varias zonas de la otrora motor city), y él le pregunta: "¿quieres ir a ver el edificio de Discos Motown", a lo que ella responde algo así como "No, la verdad es que yo soy más de Stax Records" o como cuando Eve regaña a su conflictiva hermana menor Ava, también vampira, por haber succionado la sangre de un joven amigo de Adam, hasta dejarlo sin vida, y ésta (interpretada por la preciosa Mia Wasikowska) le comenta: "la verdad es que no tenía buen sabor", a lo que la mayor complementa: "Quién te manda meterte con alguien del medio musical" y uno más: Eve le pregunta a Adam si era verdad que en el siglo XVIII había conocido a Mary Shelley (la autora de Frankenstein) y que cómo era. Él sonríe y le dice con toda la irónica ambigüedad del verbo To be: "She was delicious".
Mención aparte merece el otro vampiro que aparece: el viejo Marlowe (sí, el mismo escritor isabelino que según muchos fue el autor de todas las obras que conocemos firmadas por William Shakespeare), de quien hace una magnífica interpretación el legendario actor John Hurt.
Una película en verdad tan delicious (el vampírico final es maravillosamente sarcástico) como el aspecto rocanrolerísimo de los dos protagonistas y sus sempiternos lentes oscuros.
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