Muy bien. Convengamos que el actual rector de la UNAM, el doctor Enrique Graue, prefiere privilegiar el dialogo antes que utilizar la fuerza para recuperar el auditorio Justo Sierra de la Facultad de Filosofía y Letras, ocupado desde hace más de tres-lustros-tres por grupos embozados y sin identidad definida que han hecho del antiguo foro (¿cómo no recordar las magníficas películas que ahí se proyectaban en los años setenta del siglo pasado, además de los conciertos, las obras de teatro y demás muestras de cultura, ¡ay!, pequeño burguesa) un “centro de narcomenudeo, casa habitación, muladar, fonda, fabrica de bombas caseras” (Gil Gamés dixit).
¿Por qué se sigue permitiendo tamaño atentado contra la tan sagrada pero demagógicamente defendida autonomía de la universidad, violada todos los días por esos grupúsculos que justifican diversos delitos bajo el disfraz de “actos políticos y de resistencia”? Por puritito pánico. Pánico de las autoridades a ser llamadas represivas por la Santa Inquisición de lo políticamente correcto -es decir, por ese sector fanático de la opinión pública conocido como el progretariado-, cuando lo único que se haría es devolver el otrora bello teatro a su legítima dueña: la comunidad universitaria.
Pero está bien. Lo entiendo. No se quiere usar la fuerza así como así para desalojar el recinto. ¿Qué hacer entonces? ¿Nada? ¿Es que resulta en verdad imposible recuperarlo? ¿De plano se dan por vencidos y el Justo Sierra será por siempre una especie de territorio ultra, “autónomo” y fuera de la jurisdicción de la universidad?
En un afán por ser constructivo, positivo y optimista, se me ocurre que se convoque a un amplio e intensivo plebiscito entre alumnos, maestros y trabajadores de toda la UNAM para saber si desean que el Justo Sierra les sea devuelto. Si la votación resultante es un sí, pues que se conmine a los okupantes a salirse ipso facto. Si no lo aceptan, entonces Rectoría contará con la autoridad moral suficiente, representada por todos los votantes del plebiscito, para, ahora sí, expulsar -sin violencia, se entiende- a los amafiados paracaidistas.
Es una idea, señor rector Graue. No sé qué le parezca.
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)
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