Tengo una propuesta para limpiar la contaminación que esta semana nos ha estado ahogando en la flamante Ciudad de México. Ya que son los vientos los únicos que pueden dispersar los contaminantes y brindarnos una atmósfera más o menos azul y transparente, pongámonos de acuerdo todos los habitantes del ex DF y juntos, a la misma hora y a un mismo tiempo, lancemos desde nuestros pulmones un fuerte soplido colectivo para alejar la nata de esmog que nos asfixia. Si al Lobo Feroz le funcionó para derribar las casas de los cochinitos, ¿por qué a nosotros no?
Dirá usted que se trata de una propuesta completamente idiota y, pues sí, lo es; tan idiota como la resolución de la Suprema Corte de Justicia que permitió que día con día circulen 600 mil vehículos más por nuestras calles y avenidas.
Aunque no se trata de la única fuente de polución (la industria, la basura y otros factores también contribuyen a ensuciar la atmósfera), la que producen los automotores sí es la más fuerte y peligrosa. Imagine lo que implica aumentar, a la contaminación cotidiana, los humos que arrojan 600 mil automóviles más, por muy verificados que se encuentren (si es que esa verificación no se logró, como sabemos que sucede, mediante el uso fast track de la mordida y el cohecho).
Por cierto, que mi propuesta de los soplidos me hizo recordar el proyecto jamás logrado del entrañable ingeniero Heberto Castillo, quien sugería construir enormes ventiladores al pie de la sierra del Ajusco para dispersar la nube de esmog (Italo Calvino dixit). Nadie le hizo caso y nunca supimos si era o no una buena idea.
La cosa es que además de todas las medidas de emergencia que se están tomando, urge que la SCJN dé marcha atrás a su malhadada resolución y deje de beneficiar a una minoría de automovilistas en detrimento de la salud de millones de personas, incluidos esos mismos automovilistas y los señores jueces que tomaron tan absurda determinación.
Y mientras tanto, el problema ha servido como ring de boxeo con tintes electorales entre Miguel Ángel Mancera y Eruviel Ávila, quienes aprovecharon para echarse la culpa mutuamente.
Contaminación ambiental y contaminación política. ¡Mejor todos a soplar!
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).
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