La antigua y muy priista tradición de la cargada se manifiesta a plenitud, conforme se acerca fatalmente el día de las elecciones. Al igual que en los viejos y gloriosos días del partido aplanadora, muchos que dan como definitivos los resultados de las encuestas (“este arroz ya se coció” es la frase más hype) han empezado a mirar por sus muy particulares intereses y ya se suman al candidato que ven como ganador inevitable.
Políticos de diversas tendencias, empresarios, profesionistas, intelectuales y personajes de toda laya se adhieren a quien encabeza los sondeos y al grito de “¡con usted hasta la ignominia, señor licenciado!”, olvidan sus filiaciones y, sin importarles arrastrar la dignidad, hacen caravanas y se ponen de rodillas al paso del que ven como el inminente tlatoani.
Hasta los faranduleros y los roqueritos se suman a esta monumental masa oportunista. Ahí está nuestra nueva intelectual orgánica, la señorita Belinda, con su amloísta video “México lindo y querido”, al que define como “una iniciativa de quienes amamos a nuestro país”.
Curioso por cierto esto de “quienes amamos a nuestro país”. En otra reciente canción zalamera y de adoración al tío Peje, se dice: “Que salgan los corazones a la calle / que vengan los que amamos nuestro país” y eso puede tener una doble lectura. Los simpatizantes de AMLO nos están afirmando entre líneas que si no votamos por su gallo es porque no amamos al país. En pocas palabras y según este criterio, más de la mitad de los electores no queremos a México.
Ello se liga con aquella declaración del propio López Obrador, cuando afirmó que quienes no voten por Morena serán cómplices de la corrupción.
Así pues, Andrés Manuel y los suyos no sólo se arrogan el monopolio de la honestidad sino ahora también el del amor a nuestro país. Priistas, panistas, perredistas, verdes o quienes no militamos en partido alguno, pero no simpatizamos con Morena, quedamos en automático señalados como sujetos deshonestos que no amamos a México, como traidores y vendepatrias.
Manes del fanatismo, diría Amos Oz.
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)
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