Pocos son los músicos que llegan a trascender con tanta fuerza dentro de una agrupación, a pesar de sólo haber participado de lleno en su primer disco. Esto resulta especialmente cierto cuando hablamos de agrupaciones grandes y trascendentes y sobre todo cuando nos referimos a Pink Floyd.
Syd Barrett, fundador de este mítico cuarteto inglés, sólo intervino de manera decisiva en su primer álbum, el fantástico The Piper at the Gates of Dawn de 1967, una de las cumbres de la psicodelia primigenia. Se sabe que el título del disco fue tomado de un capítulo del libro favorito del propio Barrett cuando era niño: The Wind in the Willows (El viento en los sauces) de Kenneth Grahame, lo cual explica la gran cantidad de elementos fantasiosos, colores brillantes, apuntes mitológicos y detalles infantiles, algo así como una mezcla entre J.R.R. Tolkien y Walt Disney, pero todo ello visto a través de los perceptivos y psicodélicos lentes del LSD. Las composiciones de Barrett van de las canciones pop ácidamente lisérgicas a piezas largas en las cuales hay extensas instrumentaciones a manera de metáforas sobre viajes alucinógenos. En el primer caso están piezas como “Astronomy Domine” y “Lucifer Sam”, mientras que “Insterstellar Overdrive” entra de lleno en lo que alguna vez se llamó rock-espacial.
Para el crítico Steve Huey, The Piper at the Gates of Dawn captura con éxito los dos lados de la experimentación psicodélica: “Por un lado, los placeres de la percepción y la expansión mental y por el otro, los desórdenes cerebrales que podían convertir al individuo en lunático”, algo que poco tiempo después le sucedería al propio Barrett, quien debido precisamente a ello hizo con este trabajo su debut y despedida como integrante de Pink Floyd.
¿Por qué debió abandonar la nave pinkfloydiana este gran músico a quien muchos siguen considerando como un genio? A lo largo de aquel 1967 y más aún en 1968, la conducta de Syd Barrett se fue haciendo cada vez más errática y difícil. El exceso en el uso de drogas químicas, muy especialmente el LSD, aunado a una creciente esquizofrenia, hacía que el joven músico pasara de estados de ánimo llenos de extrovertida vitalidad y amistosa alegría a otros en los cuales caía en la depresión o la agresividad. Constantes alucinaciones, desordenes en el lenguaje, pérdidas temporales de memoria, cambios radicales de humor e incluso alarmantes lapsos catatónicos hacían ver que cada vez se perdía más en un laberinto que parecía no tener salida. Y no la tuvo.
Contaba en aquellos días el hoy finado tecladista del cuarteto, Rick Wright, que Syd desapareció durante un fin de semana sin que nadie supiera en dónde se encontraba. Cuando regresó, “era una persona completamente distinta”. De pronto, dejaba de reconocer a las personas, por más cercanas que fueran. En ocasiones, no sabía en qué lugar se encontraba. En el escenario se volvió una calamidad. Hubo ocasiones en las que sólo tocó un acorde de su guitarra a lo largo de un concierto y otras en que ni siquiera puso la mano en las cuerdas. En cierta ocasión, mientras Pink Floyd interpretaba “Interstellar Overdrive” en el Fillmore West de San Francisco, Barrett comenzó a desafinar intencionalmente su instrumento, cosa que daba gracia a algunos espectadores, pero preocupaba seriamente a sus compañeros. Dentro de esa misma gira, durante una entrevista de televisión, al preguntársele algo, se quedó mudo, ausente, con los ojos mirando al vacío y sin mover los labios.
Las cosas iban mal. Cuando el grupo regresó a Gran Bretaña, después de la gira por Estados Unidos, el guitarrista David O’List, del grupo The Nice, fue llamado para reemplazar a Barrett mientras éste “se recuperaba”. Sin embargo, esto no ocurría y a finales de 1967, un amigo de Syd llamado David Gilmour entró a Pink Floyd que por breve tiempo se convirtió en quinteto.
Fueron pocos los conciertos con esa formación. Gilmour tocaba cada vez mejor, mientras Barrett se la pasaba cometiendo locuras en el escenario. Era inevitable que a pesar de ser fundador del grupo, tendría que irse.
El 26 de enero de 1968, Pink Floyd tuvo una presentación en la Universidad de Southampton y los otros cuatro miembros de la agrupación decidieron no avisarle a Syd. Así continuarían, hasta el extremo de no llamarlo tampoco para la grabación de su segundo álbum, el extraordinario A Saucerful of Secrets. Se cuenta que dócilmente, Barrett llegó algunas veces al estudio de grabación y aguardó en la recepción, con la esperanza de ser invitado a participar en el disco. Al parecer, sólo tocó una parte de guitarra en la alucinante “Set the Controls for the Heart of the Sun”.
El 6 de abril de 1968, Pink Floyd anunció oficialmente que Syd Barrett dejaba de ser integrante del grupo. El diamante loco jamás volvería a tocar con sus amigos y compañeros y así sería hasta su muerte, acontecida en 2006.
(Texto que se me publicó el día de hoy en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario)
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