Hablaba aquí, hace una semana, acerca de cómo ha cambiado la manera de producir y difundir la música y de cómo las posibilidades para hacerlo se han multiplicado y hasta democratizado, aunque ello también se ha traducido en un menor control de calidad y en un fenómeno en el que me gustaría detenerme un poco: el de la preeminencia del sencillo sobre el álbum, de la canción sola en detrimento del disco completo.
Hasta no hace mucho tiempo, cuando un grupo o solista convocaba a una conferencia de prensa, lo normal era que se presentara un álbum entero, con todos los cortes que lo conformaban. Eran épocas aún en las que el disco compacto representaba el medio esencial para oír música y en las que no existían plataformas de venta o de simple escucha de la misma. Las disqueras incluso entregaban un CD a cada periodista para que lo apreciara en su casa.
Hoy, en cambio, abundan las conferencias de prensa... ¡para presentar una canción! Con su respectivo video, pero a final de cuentas una mera cancioncita. Parece una burla y sin embargo los “chicos de la fuente” (es decir, reporteros y uno que otro especialista) acuden en tropel para ver un video que podrían contemplar en la comodidad de su hogar y hacen las aburridas preguntas de cajón al “artista” en turno. Por supuesto que ya no hay un disco en físico que se puedan llevar y, si acaso, se les entrega un link para que busquen “la rola” en YouTube o Spotify.
Esta circunstancia ha empezado a moldear los gustos de la gente y la forma como escucha la música (algo que se veía venir desde que surgió el iPod). Pocos están hoy dispuestos a ocupar una hora de su tiempo en escuchar un álbum completo. En la era de la diosa brevedad, una canción es suficiente y pasemos a otra cosa.
Son los tiempos de la música híper desechable, olvidable, efímera. Así operan las masas y así se mueve hoy el mercado musical. Creo que los músicos deberían pugnar por revertir la situación y reivindicar la importancia del disco como un todo. La duda es si las nuevas generaciones estarían interesadas en ello.
(Mi columna "Gajes del orificio" de hoy en la sección ¡hey! de Milenio Diario)
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