La vena bluesística de Jimi Hendrix ha resultado siempre opacada, cuando menos desde un punto de vista mediático, por sus asombrosos aportes a la manera de tocar la guitarra eléctrica, por la avanzadísima forma como manejó los efectos y recursos técnicos de su época y por su identificación con el rock duro y el movimiento psicodélico de los años sesenta. Sin embargo, las raíces primigenias de Hendrix se hunden de manera profunda en el blues más puro, tanto el de origen rural con instrumentos acústicos, como el electrificado que se dio sobre todo en Chicago durante las décadas de los cuarenta y los cincuenta.
Muchas fueron las grabaciones, en estudio y en concierto, conocidas e inéditas, que dejó el de Seattle y en las cuales interpretó el mejor blues. De ahí que casi haya sido natural que Polidor haya sacado en 1994 esta excelente recopilación en la que el buen Jimi demuestra no sólo sus capacidades como intérprete de blues, sino su incursión en los más diversos estilos que encierra este género fundamental para el nacimiento del rock.
Blues contiene una oncena de temas, originales o de otros autores, tomados de diversas fuentes y en distintos momentos (todas las piezas fueron registradas entre 1966 y 1970) y resulta un compendio extraordinario para conocer al Jimi Hendrix bluesero. El álbum inicia con una maravillosa versión austera de uno de los blueses más célebres de Hendrix: “Hear My Train a Comin'”. Tomada del disco doble Jimi Hendrix, banda sonora de la película del mismo nombre, la canción muestra la capacidad muy poco conocida que tenía el músico para tocar la guitarra acústica muy en el estilo de Robert Johnson en “Big Road Blues”, una capacidad que azora y provoca escalofríos. La clásica “Born Under a Bad Sign” de Booker T, recibe un tratamiento excepcional (el corte es totalmente instrumental) y representa un claro homenaje a Albert King, con quien Jimi tenía una gran amistad. “Red House” es el blues por antonomasia de Hendrix, un tema muy a la Elmore James (recuerda a “The Sky is Crying”), y del mismo existe una buena cantidad de versiones. La que contiene este plato fue grabada en 1967 y era prácticamente inédita. Su “amoral” letra sigue siendo una delicia: “If my baby don’t love me no more / I know her sister will”. “Catfish Blues” es otra maravilla. Se trata de un blues tradicional al cual el guitarrista envuelve en su inigualable estilo y que, al cantarlo, recuerda de inmediato al gran Muddy Waters. La grabación fue realizada durante un concierto en Holanda en 1967 y el cambio de ritmo al final, luego de un solo de batería de Mitch Mitchell y otro del propio Hendrix, es tan sorpresivo como impresionante.
Otro clásico del repertorio hendrixiano es sin duda “Voodoo Chile” en sus distintas variantes. Aquí se presenta un “Voodoo Chile Blues” muy parecido al de Electric Ladyland (órgano Hammond de Steve Windwood incluido), pero en realidad se trata de una toma alterna dentro de las mismas históricas sesiones de 1968. “Mannish Boy”, una de las grandes composiciones de Muddy Waters, fue recreada en 1969 por Jimi Hendrix con un ritmo a la Bo Diddley que la hace al mismo tiempo extraña y fascinante, en tanto que “Once I Had a Woman” es otro tema original de Jimi, interpretado con The Band of Gypsys, un blues lento de una intensidad y un feelin’ escalofriantes. Una de las más grandiosas y ardientes interpretaciones blueseras del guitarrista. Por su parte, “Bleeding Heart” (también conocido como “Blues in C” o “People People People”) es otro blues sólido y emocionante, con un solo limpio y preciso pero al mismo tiempo estremecedor. Hay una mejor versión, hay que decirlo, en el soundtrack de la cinta Experience, un documento filmado en el Royal Albert Hall de Londres en febrero de 1969. “Jelly 292” es un entusiasta jam session con un poco de boogie y quizá sea el corte menos brillante del álbum y “Electric Church Red House” es una versión un tanto elaborada pero no demasiado notable de “Red House”.
Blues culmina con la monumental versión electrificada de “Hear My Train a Comin'”, otra de las cumbres blueseras de Jimi Hendrix, un blues psicodélico, con los distorsionadores y el feedback al máximo, una interpretación en concierto, efectuada en 1970 en un teatro de Berkeley, con Billy Cox en el bajo y Mitch Mitchell en los tambores, un viaje intergaláctico (alguien lo definió como el momento en el cual el Delta del Mississippi fue transportado al planeta Marte). El final perfecto para un disco apabullante.
(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca en la Pared No. 19, publicado en abril de 2005).
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