martes, 6 de agosto de 2013

El padre putativo de Eric Clapton

Cuando a fines de los años setenta (¿habrá que agregar la obvia muletilla “del siglo pasado”?) escuché por primera vez la guitarra de Mark Knopfler, alma y cerebro de Dire Straits, me pareció que su estilo era único y original. Mea culpa y total ignorancia de mi parte: desconocía aún la existencia de JJ Cale.
  Tiempo después llegó a mis manos un álbum de este músico, el estupendo Grasshopper de 1982. Al escucharlo y sin saber todavía quién era aquel músico (el disco no traía información y en ese tiempo no se podía recurrir a la consulta inmediata de Google –ni siquiera se soñaba con la existencia de eso que hoy conocemos como internet), lo primero que pensé fue: “¡qué descaro, este tipo es un vil imitador de Knopfler!”. Me equivocaba de la manera más rotunda. Era Cale el creador de aquel característico estilo de puntear la guitarra y no el líder de Dire Straits, quien en realidad no era sino su alumno. Cuando conseguí la que quizá sea la obra maestra del primero, el finísimo LP Troubadour de 1976, confirmé su genio creativo, el cual se hizo más claro cuando supe que era nada menos que el autor de dos de los grandes éxitos de Eric Clapton, de quien también era mentor: “After Midnight” y “Cocaine”.
  Hoy, a varias décadas de aquello, nos sorprende la noticia de la muerte de JJ Cale, acaecida el pasado 26 de julio. A sus setenta y cuatro años, el hombre seguía en activo y en plenitud de forma artística. Había nacido en Oklahoma, a fines de 1938, y su música siempre reflejó el folclor de la parte central de los Estados Unidos, con mucha influencia del rock, el blues, el folk y el country.
  Con Clapton grabó en 2006 el disco The Road to Escondido y participó en el más reciente álbum del británico, Old Sock (2013), en el que tocó y cantó en el precioso tema “Angel”.
  Con la desaparición física de J.J. Cale se va una leyenda de la música popular estadounidense, el creador de un estilo guitarrístico, un artista en toda la extensión de la palabra. Sobra decir que el mejor homenaje que podemos hacerle es escuchar y difundir su obra.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario).

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