La escena se ha repetido muchas veces. Estoy en una reunión de amigos, una reunión común y corriente, y de pronto alguien saca un cigarro de marihuana. Lo enciende y empieza a rolar de mano en mano. Al llegar a mí, sencillamente me saltan. Mis cuates saben que no la fumo y el carrujo pasa a otra persona.
Nunca me llamó la atención consumir mota. A lo largo de mi vida, la fumé en cuatro o cinco ocasiones (la primera, a los catorce años: la más reciente, hace un lustro) y no me hizo efecto más que en la mitad de ellas, con resultados más bien desagradables (en especial las dos últimas: en una, cuando se me trastocó el sentido del tiempo y la distancia; en la otra, cuando me agarró eso que en el argot llaman “la pálida”, ¡ay, nanita!). Aparte, el saborcito que deja me es tan poco apetecible como el del tabaco, droga que tampoco uso.
Soy un fresa, pues. Sin embargo, no me asusta en absoluto que la gente fume cannabis. Conozco a muchas personas que lo hacen de modo habitual y me parecen tan normales y tranquilas como quienes no lo hacemos. Por tanto, estoy de acuerdo con la despenalización y/o legalización de la yerba. De hecho, me parece que lo ideal sería que todas las drogas fuesen legales, como lo son el alcohol y miles de medicamentos. Pero sé que eso muy difícilmente va a acontecer.
Son tantos los intereses económicos, políticos y sociales que conlleva el tráfico de estupefacientes, son tales las ganancias que están en juego que no veo cómo se pueda legalizar el asunto y acabar de golpe con su multimillonario lucro. Tal vez se logre con la marihuana y eso de manera limitada.
Venta y consumo de drogas siempre ha habido. Es un comercio establecido que se volvió fuente de ganancias estratosféricas a partir de que el presidente estadounidense Richard Nixon desató su estúpida guerra contra dichas sustancias (aunque quizá no fue tan estúpida y el tipo vislumbró el negociazo que aquello representaba).
¿Se despenalizará la mota en el DF? Sería muy interesante y resultaría una prueba de progresismo para el gobierno defeño actual…, aunque su santo y tropicalísimo patrono se haya manifestado en contra.
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).
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