Nadie puede negar la importancia históricamente simbólica de Pemex, una figura mítica casi a la altura de lo que representa para los mexicanos la Virgen de Guadalupe. Sin embargo, mientras el culto guadalupano posee una carga religiosa de profundo arraigo en el subconsciente y hasta me atrevería a decir que en el alma de las grandes mayorías, el culto a Petróleos Mexicanos ha ido disminuyendo con el transcurrir de los años y ya no es aquel monolito intocable e imponente que representaba a la soberanía del país.
Hoy Pemex es un gigantesco monstruo del que se sirven la clase política y los corruptos dirigentes de su sindicato. Si lo vemos a largo plazo, se trata incluso de un elefante blanco que tarde o temprano perderá su importancia, dado el inevitable agotamiento del petróleo, un recurso irrenovable que ya está siendo sustituido en el mundo por otras fuentes energéticas limpias e imperecederas.
La urgencia por transformar a Pemex, para los ya pocos decenios que le quedan de vida, debería ser un tema obvio. No obstante, los intereses políticos que rodean al asunto hacen que algo tan necesario e ingente sea impedido y obstaculizado con pretextos demagógicos y pretendidamente patrióticos (ya se acusa de “vendepatrias” a los panistas, por ejemplo, por la iniciativa de reforma energética que acaban de dar a conocer) o con sinrazones ególatras e iluminadas (recordemos aquella frase que en 2007 le estampó Andrés Manuel López Obrador a Carlos Navarrete: “¡No me importa que se hunda Pemex, ya lo rescataré yo cuando sea presidente!”).
¿Quiénes se oponen hoy a una reforma energética a todas luces imprescindible? Básicamente, la mal llamada izquierda que padecemos y que trata de llevar agua a su molino. Dudo mucho que las grandes mayorías que en 1938 apoyaron la nacionalización del petróleo hoy se contrapongan a la modernización de Pemex. ¿Queremos una industria energética eficiente, barata y que sea fuente de empleos o preferimos seguir hundidos en el pantano de la corrupción, la ineficiencia y los números rojos? Ese parece ser el dilema que hoy enfrentamos.
(Publicado hoy en mi columna "Bajo presupuesto" de Milenio Diario)
1 comentario:
A mí lo que más me preocupa, más allá de que todo mundo ya tomó su bando y cavó sus trincheras, es que poco o nada se hará para disminuir el poder del sindicato y de su corruptísimo líder. ¡Saludos!
Publicar un comentario