Contrario a lo que sucede en nuestro país, en muchos otros lugares del mundo la aparición de nuevas y excelentes propuestas musicales es prácticamente un asunto cotidiano, tan cotidiano que deja de causar sorpresa, aunque de pronto hay grupos o solistas tan buenos que, sí, llegan a sorprender y de la manera más grata, incluso dentro de los terrenos del pop.
Es el caso de Lorde, el proyecto de la muy joven cantante e instrumentalista Ella Yelich-O’Connor, quien a sus escasos dieciséis años sorprendió al mundo con un video casero que subió a YouTube con su composición “Royals” y desde hace unas semanas, a punto de cumplir los diecisiete, ya tiene un magnífico álbum en su haber: el más que disfrutable (y de ambivalente título) Pure Heroin (Virgin EMI, 2013).
Nacida en Auckland, Nueva Zelanda, apenas en 1996, la juvenil cantautora elabora una música de tendencias minimalistas que en mucho recuerda a The xx, aunque con un sonido menos sombrío y melancólico. Es el suyo un rock pop elegante y sutil, con letras inteligentes y un timbre de voz que remite a colegas suyas como Regina Spektor o Feist, aunque algunos críticos la emparentan con el fenómeno mediático que fue (o es) Lana Del Rey.
Pure Heroin es un disco sin mácula. Cada uno de los diez temas que lo conforman tiene personalidad propia y la producción de Joel Little resulta impecable, tan impecable que hay quienes cuestionan al disco por ser “demasiado” perfecto. Si esta perfección afectara su espontaneidad, yo estaría de acuerdo; pero a mi modo de ver, composiciones como “Tennis Court”, “Buzzcut Season”, “Team” o “A World Alone” poseen no sólo calidad técnica sino la sensibilidad artística y la belleza suficientes como para comunicar sentimientos, sensaciones, inquietudes existenciales. Hay en ellas una angst adolescente y femenina que resulta a la vez provocativa y conmovedora.
¿Será Lorde un proyecto que trascenderá o va a desaparecer luego de este primer gran álbum? Sólo el tiempo lo dirá. Como escucha, yo espero que al menos tenga la prueba de fuego del segundo disco. Lo merece.
(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario).
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