"Se trataba de un pasquín a una sola tinta, con artículos y reportajes infumables y fotografías pavorosas, de impresión invariablemente pésima. Pero en ese sentido no se diferenciaba en demasía de los fanzines que circulaban en el paupérrimo mercado nacional. Dos aspectos resaltaban con estruendo: su absoluta falta de rigor profesional y la incultura lingüística de sus colaboradores. Los textos eran siempre descuidados, mal redactados, con faltas de ortografía sobrecogedoras. No existía el menor sentido crítico, todo era complacencia frente al rock y las demás músicas que de pronto se incluían (desde cierto jazz hasta los híbridos engendrados por uno que otro baladista televisivo con complejo de roquero)".
(Fragmento de mi novela Matar por Ángela, escrita entre 1995 y 1997 y publicada en 1998).
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