A veces uno ve a nuestra desatinada izquierda (o eso que se autodenomina izquierda) y se da cuenta de que se quedó atorada en los años sesenta y setenta del siglo pasado. Sin embargo, hay que decir que algunos de sus líderes más conspicuos se quedaron en los ochenta, sí, pero del siglo XIX.
Esto se ve con claridad en el discurso de dos de ellos, hoy separados por azares del canijo destino: Andrés Manuel López Obrador y Gerardo Fernández Noroña. Ambos manejan un concepto de Patria (así, con mayúscula) que ni los más radicales juaristas habrían ostentado. Con un maniqueísmo de caricatura, AMLO y GFN no sólo se ven a sí mismos como los grandes Patriotas (sigamos con la mayúscula) que habrán de salvar a México, sino como los únicos jueces con la capacidad de dictaminar que aquellos que no los sigan en su Patriótica (again) misión deben ser considerados (but of course) como traidores a la Patria.
Cual émulos del general Anaya y el Nigromante (aunque en versión bastante disminuida), Don Peje y don Gera se han investido como capitanes insurgentes y al grito de “¡va mi espada en prenda, voy por ella!”, acusan de traición de lesa Patria nada menos que al presidente de la república, a todo su gabinete, a los dirigentes de los partidos políticos que integran el Pacto por México y a los miembros de las cámaras de senadores y diputados (y por extensión, a todo aquel que esté a favor de las reformas estructurales).
No sé según estos personajazos qué castigo correspondería a tantos traidores, pero sospecho que recurrir a la pena de muerte no les resultaría del todo desagradable (un rollo así tipo Fidel Castro y su gusto por fusilar a los que no simpatizan con sus barbas).
Este patriotismo (así, con minúscula) decimonónico y carpero debería mover a risa. El problema es que muchos se lo toman en serio y ven en López y Noroña a genuinos héroes (aunque sean, dirían los hermanos Marx, meros héroes de ocasión).
Es la izquierda delirante, la izquierda histérica y estridente. El castillo de la pureza, habitado por esos puros que pueden dar risa, pero que también pueden dar miedo.
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario