La situación del periodismo roquero en nuestro país es, y siempre ha sido, como la del rockcito hecho en México: patética. Salvo honrosísimas excepciones, la práctica periodística relacionada con el rock ha sido hecha por seudoreporteros dueños de una ignorancia enciclopédica. De ahí la existencia, a lo largo de casi cuarenta años, de revistas, suplementos y fanzines de pésima calidad editorial y nulo nivel cultural.
Si el rock nacional ha sido en su mayor parte una manifestación infantiloide y oligofrénica, el periodismo que lo rodea no se queda atrás. Ahí están para probarlo medios como la vieja Notitas Musicales (de la actual mejor ni hablo), Ídolos del Rock, México Canta, Conecte, La Banda Roquera, Rock America, Nuestro Rock y muchos lamentable pasquines más. En su mayor parte, se ha tratado de publicaciones sin estructura, sin sentido periodístico, sin idea editorial, caóticas, solemnes hasta la náusea, de vergonzoso grado escritural (las faltas de sintaxis y ortografía resultan de pena ajena) y con un lenguaje que ha querido identificarse con los jóvenes mediante el uso de un vocabulario digno de retrasados mentales.
Creo que en el muy pobre panorama del periodismo roquero en México, sólo se salvan, a lo largo de los años, Piedra Rodante, Melodía (Diez años después), El Perro Salado y, aunque alguien en la mesa me miente la madre, La Mosca en la Pared. En estas cuatro publicaciones se ha intentado por lo menos dirigirse a un público inteligente, con capacidad de reciocinio, con sentido del humor, capaz de entender y ser entendido en un correcto español. Hubo y hay en ellas, asimismo, una intención profesional y una búsqueda por hacer un periodismo digno. Además, en las mismas han colaborado y colaboran las mejores plumas que en nuestro país ha dado el rock. Por ellas ha pasado gente como José Agustín, Parménides García Saldaña, Luis González Reimann, Juan Villoro, Óscar Sarquiz, Sergio Monsalvo, Sergio González Rodríguez, Víctor Roura, Armando Vega-Gil, Xavier Velasco, Xavier Quirarte, Elena Vilchis, Fernando Rivera Calderón, Pablo Espinoza, David Cortés, Adriana Díaz Enciso, Delia M., Rogelio Garza, José Xavier Návar, Jorge Soto, Norma Lazo y algunos más. Son pocos los nombres y alarma que sean tan pocas las mujeres especializadas en el tema. Sin embargo, lo más alarmante es que en un país de tantos millones de habitantes, con una población joven mayoritaria y numerosíma, sean tan escasas las publicaciones dedicadas a la música en general y al rock en particular.
¿Cuál es el diagnóstico que puede darse? Si lo medimos de manera temporal y tomamos en cuenta que han sido cuatro décadas de intentos periodísticos roqueros, la conclusión es triste. Y si vemos la situación actual, la conclusión resulta peor. Sobre todo porque no hay periodistas y escritores roqueros nuevos que ofrezcan rigor, calidad, conocimiento de causa, bagaje cultural y capacidad de análisis. A pesar de las muchas escuelas y facultades de periodismo y de comunicación, la mayoría de sus egresados son incapaces de redactar una cuartilla con cierta coherencia y sin faltas de ortografía. ¿Cómo pedirles que construyan un reportaje, una crónica, una entrevista, un artículo de opinión, una simple reseñita? Imposible. Me consta.
(Texto que escribí el 17 de julio 17 de 2001 y que leí como ponencia en un encuentro de revistas culturales organizado ese año por el Fondo de Cultura Económica, mismo que se llevó a cabo en la sucursal Miguel Ángel de Quevedo de la librería del propio FCE).
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