Contra lo que muchos piensan, tal vez de manera un tanto prejuiciada, el primer disco de Queen es un trabajo no sólo digno y aceptable, sino bastante sólido y valioso. Cierto que no puede compararse con sus grandes álbumes, mas para ser su debut, el cuarteto mostraba ya en potencia sus futuros alcances.
Conocido básicamente por su éxito “Keep Yourself Alive”, Queen (1973) contiene sin embargo varios temas que merecerían ser reconsiderados. Cuenta la historia que el disco tardó dos años en ser grabado, debido a que el grupo no contaba con los medios económicos necesarios para producirlo normalmente y lo trabajaba a horas en las cuales el estudio de grabación no era requerido. A pesar de ello, el plato mantiene una notable uniformidad y el nivel de calidad de sus canciones es realmente admirable.
Ahí está ya en ciernes todo el estilo que caracterizaría a Queen: desde el manejo asombroso de la voz de Freddie Mercury hasta la compacta y firme sección rítmica que haría del bajo de John Deacon y la batería de Roger Taylor un sello de fábrica, pasando por supuesto por el virtuosismo de Brian May y su forma de grabar varias guitarras sobrepuestas. Aparte del corte ya mencionado, destacan también joyitas como las pesadas “Son & Daughter”, “Liar” y “Great King Rat” o composiciones tranquilas como “Doing All Right” y “The Night Comes Down”.
Un disco no sólo fundacional sino fundamental, en todos los sentidos del término.
(Reseña publicada en el No. 13 de los especiales de La Mosca en la Pared, en diciembre de 2004)
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