Realmente muchos nos la creímos, incluso él mismo. Luego de la humillación de que fue objeto por parte de Andrés Manuel López Obrador y Morena, cuando una encuesta que nadie vio otorgó a Claudia Sheinbaum la candidatura de ese partido al gobierno de la Ciudad de México, dejándolo en un ominoso tercer lugar, muchos pensamos que Ricardo Monreal renunciaría de inmediato a su militancia y se lanzaría, de manera independiente o con el cobijo de otra organización partidaria, a la contienda del 2018 por la capital de la república.
De hecho, él propio Monreal así lo dio a entender. Hizo pública su indignación y alzó la voz... por unos días.
No sé qué habrá pasado tras bambalinas, desde que aquello sucedió hasta hace unos días, cuando el aún delegado por Cuauhtémoc se reunió en San Luis Potosí con el dueño y señor de Morena.
Se dice que primero buscó la candidatura con el Frente Democrático, pero como esa posición ya pertenece a la presidenta del PRD, Alejandra Barrales, resultó imposible. Luego habría acudido a otros partidos menores, sin suerte, y se cuenta que al final el mismísimo PRI le ofreció que fuera su candidato, cosa que don Ricardo habría declinado. Eso es lo que se dice a nivel de trascendidos.
El caso es que el hombre ha dejado pasar un tiempo precioso y no se define. De su reunión con AMLO nada queda en claro, sólo que Monreal definió a Andrés Manuel como “la persona con más autoridad moral que hay en el país”. Ajá. Con tanta autoridad moral que les mete un pavor terrible a sus allegados, ninguno de los cuales osa contrariar sus designios por miedo... ¿a qué?
Para mí sigue siendo un gran misterio ese terror que López infunde en los suyos. ¿Es por su carácter atrabiliario? ¿Por su iracundo autoritarismo? ¿Los amenaza con algo tremebundo? Son preguntas que se me vienen a la mente al ver a personalidades supuestamente fuertes, como Ricardo Monreal o Marcelo Ebrard, doblar la cerviz como mansos corderitos ante el gerifalte implacable.
Deberían considerar que Morena es un partido político y no un cártel mafioso. Digo.
(Publicado el día de hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)
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