jueves, 16 de noviembre de 2017

Guanajuato

Con mi amiga Sol Waldo, en la Universidad de Guajuato.
Hice un viaje relámpago a la Ciudad de Guanajuato, para presentar Emiliano en la Alhóndiga de Granaditas. Me fui ayer muy temprano, en autobús, y llegué a la capital guanajuatense (a donde nunca había ido) poco antes de las dos de la tarde. Fueron a recogerme y me dejaron en un hotel (llamado un poco siniestramente "Socavón"), bonito y pasable, cercano a la Alhóndiga. Pude descansar y comer. A las cinco y media pasó por mí Sinuhé, un joven muy amable que trabaja para el lugar donde sería la presentación, a las seis de la tarde.
  El acto fue muy bonito y grato. El foro para 60 personas se llenó. Presentó mi libro la maestra y especialista en historia de la revolución mexicana Ana María Alba y luego yo intervine también. Hubo preguntas de la gente y al final vendí algunos ejemplares del libro. Entre los asistentes estaba mi gran amiga Sol Waldo, estupenda cantante de ópera y maestra de música en Guanajuato. También conocí a la licenciada Gabriela Sánchez Villegas, directora del Museo de la Alhóndiga y responsable de mi visita al lugar.
  Me llevaron a dar un largo y nocturno paseo a pie por el bellísimo centro de la ciudad (qué alucine ver la universidad, la misma donde estudiaba Gloria Revirado y daba clases Paco Aldebarán, esos grandes personajes de Jorge Ibargüengoitia en su novela Estas ruinas que ves; por cierto que a Ibargüengoitia no lo quieren mucho que digamos, porque puso "en ridículo" a los guanajuatenses, precisamente en ese libro). Me fascinó. Sol fue con nosotros (y me cai en unos escalones de la universidad por ir baboseando en mi celular: buen golpe en las rodillas). Luego cenamos con la licenciada en un elegante restorán frente al parque central y ahí me enteré de que debí haber sido hospedado en un hotel mucho mejor del que me designó por su capricho... el contador de la Alhóndiga. La licenciada Sánchez no lo sabía y me ofreció mil disculpas. Tuve que decir que no importaba, pero sí que habría sido una gran diferencia. Qué coraje, ni modo.
  Regresé al "Socavón" y ya no me pareció tan bonito. Para colmo, a la mañana siguiente no había agua caliente en mi cuarto y tardaron una hora en ponérmela. Me bañé al fin, desayuné (medio chafa) en el mismo hotel y me fui a pie a la Alhóndiga, donde hice un recorrido bastante interesante y luego Sinuhé me llevo en carro a conocer los túneles de la ciudad y la Presa de la Olla que apenas y medio pude ver desde el coche. Regresamos al centro y caminamos un par de horas, tiempo que aproveché para tomar fotos y comprar algunos recuerditos.
  Ya como a las tres, pasé a despedirme de la gente de la Alhóndiga. Salió la posibilidad de regresar en agosto para dar un curso de historia del rock. Ojalá no se les olvide. Sinuhé me llevó a la central de autobuses y vi "el otro Guanajuato", es decir, la parte moderna de la capital del estado.
  El camión salió a las cinco. Viaje tranquilo. Llegué al ex DF poco antes de las diez y a la casa, en un taxi, pasaditas las once.
  Un estupendo viaje que me hizo conocer al fin la ciudad de Guanajuato y enamorarme de ella.

No hay comentarios.: