lunes, 20 de noviembre de 2017

Mamá Mimi

Me enseñó mis primeros números y mis primeras letras. Cuando yo tenía escasos cuatro o cinco años de edad, se sentaba conmigo y llena de paciencia y cariño inventaba juegos con esos números y con esas letras anotados en papeles o cartoncitos. Así aprendí a contar y así tuve mis primeros rudimentos de lectura. Por eso, poco antes de cumplir seis años, cuando terminé el kínder y mi mamá me quiso inscribir en preprimaria, las monjas del colegio Hernán Cortés, en pleno centro de Tlalpan, le dijeron que como ya sabía leer y contar, me pasarían directo a primero de primaria. Por eso siempre fui un año adelantado en la escuela. Gracias a ella, a mi abuelita materna, María, la madre de mi madre.
  María Ruelas Santana era su nombre. Había nacido en Autlán de la Grana, Jalisco, por allá de 1880, y se casó ahí mismo, en 1899, con mi abuelo, Fidencio Michel, dueño de un rancho, una casona, muchas cabezas de ganado bovino y porcino y cientos y cientos de hectáreas de terreno (cuenta la leyenda familiar que sus tierras llegaban hasta Barra de Navidad, en plena costa jalisciense, y que jamás llegó a conocerlas todas). Ahí mismo, en Autlán, tuvieron a sus trece hijos, siete hombres y seis mujeres, de los que Rebeca, mi mamá, fue la última. Nació el 10 de enero de 1922.
  De muy pequeño, yo le decía Mamá Mimi (y a mi abuela paterna, doña Guadalupe Ayala de García, de quien ya escribiré más adelante, le decía Mamá Pipi).
  Además de enseñarme a leer y a contar, mi abuelita María me regaló mi primer libro: Corazón, diario de un niño, del escritor italiano Edmundo D’Amicis. Me lo obsequió con la siguiente dedicatoria, fechada el 18 de marzo de 1962, poco antes de que yo cumpliera siete años:

“Para mi nieto Hugo, que aprendió conmigo las letras y los números. Con todo mi cariño. María Ruelas de Michel”. 

  Leí ese novela, una y otra vez, durante varios años. Ya redactaré también un texto completo acerca de la misma, un relato un tanto cursi, si lo vemos desde la perspectiva actual, pero muy bellamente escrito y con momentos en verdad conmovedores, Es sin duda uno de los libros que me marcaron para siempre. Debo decir que aún lo conservo, con todo cariño y con los mejores y más dulces recuerdos de mi abuela María, Mamá Mimi, quien falleció cuando yo tenía ocho años, en 1963, a sus ochenta y tantas primaveras.

2 comentarios:

Eric Wayne dijo...

Mi estimado Hugo, también tengo recuerdos muy buenos de ese libro, a mí, mi padre me regaló Las Mil y Una Noches cuando tenía 8 años y también aprendí a leer a los 5, gracias a mi maestra Atlántida, en segundo de kinder. Leí "Corazón" cuando tenía 7 años y aún sigue siendo uno de mis libros favoritos.

Oscar dijo...

Buena historia Hugo, yo recuerdo a mi abuela como una linda señora que siempre nos recibía con sonrisas, dulces y helados que Ella hacía ....y me preguntaba : " qué prefieres Oscarín helado o calabaza en tacha" ............OscaR