Me gusta tenerte a un lado y contemplarte,
ver tus ojos, peces de agua dulce,
de agua transparente y tan deseable
para saciar mi sed que tú produces.
De agua de lluvia es el fluir de tu cabello,
el aguacero en que me ahogo.
De agua de luna es el lago de tus senos,
en el que mis anhelos tocan fondo.
(No recuerdo si es un poema o el fragmento de lo que sería la letra de una canción cuya música he olvidado. Lo encontré anotado en un papel y fue escrito en 1994 para la mujer que en mi primera novela ostenta el nombre de Ángela).
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