Si algo hay que admirar del gobierno que llegó al poder el pasado 1 de diciembre es su enorme capacidad para reinventarse, porque no cualquiera inventa un disparate para de inmediato inventar otro y otro y otro y así (como al parecer será), hasta el infinito.
Si la cosa no fuera tan grave, estaríamos viviendo en medio de un divertidísimo festival mágico-cómico-musical, en el que las ocurrencias diarias del presidente de la república y su equipo (el cual incluye no sólo a su gabinetazo sino también a sus diputados y senadores mayoritarios en las dos cámaras legislativas) serían una fuente constante de sano humor y esparcimiento. El problema es que cada una de esas ocurrencias está llevando a México a un callejón sin salida y lo está haciendo en tiempo récord: tan sólo ocho-semanas-ocho y el deterioro económico empieza a asomar sus narices de manera amenazante y letal, para no hablar de decisiones tan absurdas (o quizá tan perversas) como la de cerrar los ductos de gasolina y crear un caótico y artificioso desabasto, para culminar con el estallido de Tlahuelilpan que muchos ya consideran como el Ayotzinapa de la Cuarta Transformación, aunque tal vez sea apenas uno de los varios Ayotzinapas que todavía nos esperan.
Uno puede reír con las diarias dosis de humorismo involuntario que se dan en las conferencias mañaneras del presidente, tan improvisadas como llenas de falacias y gracejadas, además de las patéticas intervenciones de los patiños que ahí aparecen para muchas veces hacer el ridículo, cada vez que su jefe les pide que intervengan a fin de “aclarar” alguna información que convierten en hilarantes galimatías cantinflescos (remember a la secretaria Nahle y la pregunta sobre las leyes de Newton).
¿Pero cómo reír con decisiones como la militarización del país por medio de la Guardia Nacional, el despido de tantos empleados del gobierno y de los medios o la ya referida tragedia del ducto hidalguense con sus más de cien muertos y decenas de heridos?
Sí, tenemos un gobierno que se reinventa cada día con nuevos sketches y nuevas rutinas a las que por salud mental debemos verle su lado cómico (¿o no es de risa loca que quien afirma “por encima de la ley, nada” sea el primero en violarla con la excusa de que él no tiene problemas de conciencia porque no es corrupto? Bueno, no, no es de risa loca, es de poner los pelos de punta).
Y ahí va el navío-vío cargado de locuras e imprevisiones, de caprichos y desatinos, de desvaríos y devaneos. El navío de la 4T.
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