El encuentro entre Brian Eno y David Bowie en el gris Berlín de la Alemania dividida trajo como consecuencia una tercia de discos tan impresionantes como tecnologizados y la primera señal de un nuevo cambio radical en la carrera de Bowie es que el tema inicial, “Speed of Life”, sea por completo instrumental, en un estilo cercano al ambient.
En estricto rigor, Low (1977) es un disco que puede acreditarse tanto a Bowie como a Eno, ya que se encuentra claramente dividido en mitades: la una conformada por canciones extrañas y provocativas, altamente experimentales (con excepción quizá de “Sound and Vision” y “Be My Wife”, relativamente más convencionales), y la otra con piezas instrumentales de amplios ecos y densas atmósferas con el claro sello composicional de Eno. Sin embargo, en ambas partes se nota la interacción de los dos genios, cuyos talentos combinan de manera exacta, embonando en forma tal que no dejan hendidura alguna al descubierto.
En su momento, Low significó un shock para los seguidores de Bowie, por muy vanguardistas que se consideraran a sí mismos. Su ídolo había dado un paso tan adelantado que los dejó atrás y tendrían que realizar un esfuerzo sobrehumano para más o menos alcanzarlo y entenderlo.
Obra que aprovecha todas las posibilidades técnicas de un estudio de grabación sintetizado, Low es electrónica avant garde (o avant pop, como dijera alguien). Un álbum que aún hoy día desconcierta y fascina. Si no, pregúntenle a Philip Glass.
(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca en la Pared No. 10, dedicado a David Bowie y publicado en abril de 2004)
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