Un disco puente, un disco transicional entre el soul suave de Young Americans y la dureza casi techno de la etapa berlinesa por venir.
Station to Station (1976) encuentra a un David Bowie existencialmente enganchado por la cocaína y la paranoia y ello se transmite en la forma de componer y sobre todo de interpretar los escasos seis cortes que conforman el álbum.
“Elegante y robótico”, así define este trabajo el crítico Stephen Thomas Erlewine y no le falta razón. Aparentemente helado y hasta cínico e indolente, el Bowie de este Estación a estación es, sí, tan frío y calculador como puede serlo una puta en una calle londinense, pero al mismo tiempo demuestra que esa frialdad y ese aparente cálculo no son sino fruto de la soledad y la inseguridad que da una vida vaciada por la droga y la promiscuidad (y lo digo sin el menor atisbo de moralina). De ese modo, canciones como la larga (más de diez minutos) e intensa “Station to Station” (título referido a las estaciones del calvario de Cristo), la fonqui “Golden Years” (la cual bien pudo estar en Young Americans), la casi himnóticamente religiosa “Word on a Wing”, la divertida y sarcástica “TVC 15”, la escalofriante “Stay” y esa maravilla que hiciera célebre la gran Nina Simone, “Wild is the Wind”, resumen melodramáticamente la situación emocional del Bowie de mediados de los setenta.
Un disco artística y vanguardistamente impactante.
(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca en la Pared No. 10, dedicado a David Bowie y publicado en abril de 2004)
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